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El Papa Francisco continuó este miércoles 22 de marzo con la serie de catequesis dedicada a la pasión por la evangelización. La octava catequesis de esta serie trató sobre “el primer camino de evangelización: el testimonio”, y la lectura que acompañó la audiencia fue la primera carta de San Pedro, capítulo 3, versículos 8-9.
Dar testimonio del encuentro personal con Jesucristo
El Santo Padre reflexionó sobre la Exhortación apostólica Evangelii nuntiandi, de san Pablo VI, dedicada a la evangelización en el mundo contemporáneo y afirmó que la evangelización “es más que una simple transmisión doctrinal y moral”, puesto que ante todo es “dar testimonio del encuentro personal con Jesucristo”. Se trata de “un testimonio indispensable”, porque el mundo necesita “evangelizadores que le hablen de un Dios a quien ellos mismos conocen y tratan familiarmente”:
No es transmitir una ideología o una doctrina – entre comillas – sobre Dios, no. Es transmitir a Dios que se hace vida en mí.
Ser “coherentes”
El Papa señaló luego que es necesario recordar que el testimonio comprende también la fe profesada, es decir la adhesión convencida y manifiesta a Dios Padre e Hijo y Espíritu Santo. Esto es muy importante porque “la gente necesita de testigos, es decir, de personas que sean coherentes entre lo que creen y lo que viven, entre la fe que profesan y las obras que realizan”.
No se es creíbles sólo pronunciando una doctrina o una ideología. Una persona es creíble si hay armonía entre aquello que cree y lo que vive. […]Muchos cristianos ‘dicen’ que creen, pero viven de otra cosa. Y esto es hipocresía. El contrario del testimonio es la hipocresía.
Aceptar el “riesgo desestabilizante” de la búsqueda
Además, el Santo Padre explicó que “cada uno de nosotros está llamado a responder a tres preguntas fundamentales” formuladas por Pablo VI: “¿Creen verdaderamente en lo que anuncian? ¿Viven lo que creen? ¿Predican verdaderamente lo que viven?”. Y puesto que “no nos podemos conformar con respuestas fáciles y preconfeccionadas”, estamos llamados a aceptar también “el riesgo también desestabilizante de la búsqueda”, confiando plenamente en la acción del Espíritu Santo que obra en cada uno de nosotros, empujándonos a ir siempre más allá.
La Iglesia debe evangelizarse a sí misma
También recordó el Papa que el testimonio de una vida cristiana conlleva un camino de santidad, que no está reservada a pocos. La santidad “es don de Dios y requiere ser acogida y que fructifique para nosotros y para los demás”.
Nosotros, elegidos y amados por Dios, debemos llevar este amor a los demás.
Por otra parte, es menester tener en cuenta que los destinatarios de la evangelización no son sólo las personas que están fuera de la Iglesia —porque profesan otra religión o no profesan ninguna—; sino también nosotros mismos, que pertenecemos al Pueblo de Dios.
Esto significa que la misma Iglesia, para poder evangelizar, necesita ser evangelizada, y para ello está llamada a recorrer un camino exigente, de continua conversión y renovación.
De hecho, el Papa Francisco advirtió que “si la Iglesia no se evangeliza a sí misma se vuelve una pieza de museo”; y explicó que lo que la “actualiza” continuamente es, precisamente, la evangelización de sí misma.
Tiene necesidad de escuchar sin cesar lo que debe creer, las razones para esperar, el mandamiento nuevo del amor. La Iglesia, que es un Pueblo de Dios inmerso en el mundo y, con frecuencia, tentado por los ídolos, necesita saber proclamar las grandezas de Dios. En una palabra, esto quiere decir que la Iglesia siempre tiene necesidad de ser evangelizada, necesita tomar el Evangelio, rezar y sentir la fuerza del Espíritu que va cambiando el corazón.
Siempre “con” el Espíritu Santo
Francisco afirmó también que la Iglesia debe ir adelante y crecer continuamente para permanecer joven. Y otro punto que señaló es que “debe ser una Iglesia que encuentra ‘dialógicamente’ el mundo contemporáneo, que teje relaciones fraternas, que genera espacios de encuentro”, pero que al mismo tiempo “encuentra cada día al Señor y dialoga con el Señor, y deja entrar al Espíritu Santo que es el protagonista de la evangelización”.
Sin el Espíritu Santo nosotros sólo podríamos hacer publicidad de la Iglesia, no evangelizar. Es el Espíritu Santo en nosotros, el que empuja hacia la evangelización, y esta es la verdadera libertad de Hijos de Dios.
Por último, concluyó invitando a leer y reflexionar la Evangelii nuntiandi, que él mismo, confesó, lee a menudo, porque es “la obra maestra” de San Pablo VI, “herencia que nos dejó para evangelizar”.
*Información, fotografías y traducción vía Vatican News