Vivimos la era caviar, algo así como el Siglo del Retroceso, los años de la estupidez y el abandono de las ideas, el tiempo que perdemos a causa de la manipulación masiva que, usando perversamente los medios tradicionales de comunicación masiva, ha estado cambiando la verdad por las mentiras, la paz por más guerras, la solidaridad y el entendimiento, por la pelea y el odio. Por eso, las sociedades se consumen en distracciones que ahuyentan decisiones y hacen que lo objetivo siga siendo “ir hacia atrás, pero más, hacia lo peor”, en medio de máscaras de noticias que ocultan el destino del suicidio colectivo en todos los ámbitos posibles.
El Perú aparenta ser un globo de ensayo, siendo un cartucho listo para explotar. Pero ¿Porqué no ocurre que la explosión suceda? Es que el cartucho tiene carga, pero le han puesto una mecha que no enciende ni transmite el calor necesario para que surta efecto y se expanda en su rol destructor. Está incompleta la fase del estallido, en especial, porque tampoco existe alguien que la sepa encender (no hay líderes, ni dirigentes, ni caudillos).
La suma de incapacidades es enorme, la multiplicación de intereses perversos es incalculable, la división de ideas es de tal magnitud que no existe una sola que congregue, la resta de valores está en su nivel, como la política de cada día. ¿Así se puede decir que tenemos gobierno, oposición e instituciones en equilibrio de poderes y unidad de objetivos nacionales? Imposible.
La categoría de ineptitud, incongruencia, ignorancia y estupidez -una para todos y todos para una- ha logrado ser el centro de la atención ciudadana y es un imán para los incapaces de dar, que se dedican a robar.
Hemos llegado al extremo de la inmovilidad ciudadana (cero reacción, miles de silencios) y de eso se aprovecha la izquierda del odio y la derecha del mercantilismo (existiendo sin embargo, el espacio de la derecha que debe hacerse presente con rostros, voces e ideas, pero no lo hace aún por estrategia muy mal planteada).
El corolario es que, teniendo un Congreso más que rechazado (las excepciones que puedas decir, confirman la regla del rechazo por si acaso) y un gobierno igualmente “más que rechazado”, siendo los permanentes focos de enjuiciamiento y condena, han cumplido una tarea exigida: que se vaya el peor ministro -malcriado, prepotente, abusivo, de nula gestión-, gracias al voto del peor congreso -abusivo, de nula gestión, prepotente, sordo frente a la ciudadanía-. Y con esa censura, todo sigue igual porque como lo volvemos a decir una y otra vez, pongan a quien pongan, decidan lo que decidan, NO existe conciencia de gobierno, NO existe agenda de Congreso y los que deberían informar, comunicar, explicar y revelar lo que sucede (los medios), siguen en el afán miserable de ver por dónde succionan dinero del Estado (y cómo lo van a hacer, como antes, como siempre, extorsionando a los extorsionadores de la política).
La señora Dina Boluarte “cree” que se está imponiendo a la realidad que no la soporta y no se mira en el espejo de sus horrores y errores, Los partidos, si es que existen, no saben enfrentar al poder político que rechazan y que quieren asumir en reemplazo de su ex socia o enemiga actual (que proviene de la izquierda extremista). Nadie es una voz de integridad para ponerse en la vereda ciudadana, porque se está jugando al grito, al insulto, a acusar sin pruebas entre todos (y todas), esperando “que algo suceda, para ser presidente, como sea, cuando sea”. Es la lotería de los que han comprado el boleto del delito mayor.
Es la realidad, donde no hay santos ni espadas y no se ven luces ni esperanzas cuando en las calles no protesta el auténtico pueblo, sino los que viven y se sirven siempre del pueblo.