Si usted pasa delante de un kiosco o puesto de venta de periódicos, encontrará que ha cambiado en toda su composición, porque apenas unos cuantos diarios y algunas revistas están expuestas sobre el tablero donde se apoya el vendedor. En cambio, la cantidad de golosinas, gaseosas, llaveros, lapiceros, encendedores, cigarros y algo más, cubre todo lo que antes era el lugar donde se exhibía y amontonaban rumas de diarios de gran tiraje y lectoría.
Hoy, los puestos de diarios son un recuerdo para los que alguna vez los tuvimos como parte obligada de nuestra ruta, para ver las portadas y llevar el periódico de nuestra preferencia.
En los ómnibuses, colectivos, taxis, en las oficinas, a la hora del almuerzo, prácticamente todos estaban al tanto de su diario favorito, comentaban las noticias, revisaban las columnas preferidas de los periodistas que habían sembrado una lectura obligada donde informaban acontecimientos más precisos o ponían en blanco y negro los hechos que marcaban tendencia en el acontecer nacional.
Redactores, columnistas, editores, entrevistadores, enviados especiales, fotógrafos… periodistas haciendo un trabajo invalorable.
Pero con el devenir de los tiempos, la sombra cada día más extensa de la corrupción se fue apoderando de la relación gobierno-prensa, ejerciendo presiones, ofreciendo recompensas financieras, estimulando el “cambio” del periodismo hacia el activismo.
Entonces vimos como los principios se iban desmontando, las tradiciones desaparecían, los valores se escondían y las páginas enteras estaban a disposición del poder de quien ejercía el gobierno. Pero, uno se pregunta ¿Cómo le paga esos favores el gobierno a un medio, si el medio ya casi ni se vende, no se ve en los kioscos o en las manos de los peruanos?
Los medios de comunicación son una especie de cadenas de negocios relacionados y en esa operación empresarial, les va cayendo el auspicio estatal. Un medio puede estar relacionado con una universidad, una empresa constructora, un operador financiero y un fondo de inversiones… Pongamos ese ejemplo.
El operador financiero le ofrece al gobierno fondos para una carretera, la universidad organiza eventos, seminarios, conferencias, talleres y debates que el medio de comunicación difunde con insistencia a la población, vendiendo la idea de la “necesidad pública” de la carretera. A esos eventos que de académicos no tienen nada, asisten como expositores los representantes del gobierno, los operadores financieros y sus aliados, hasta la empresa constructora para dar en paralelo “casos de éxito inspirador”.
Luego de unos meses… llega la licitación, los medios titulan “por fin” y el ganador es la empresa relacionada con el medio, con los operadores financieros, con el fondo de inversiones, con la universidad. Juego redondo.
Esa estructura de negocios no es ilegal, lo llamativo es el arte de la trama y la trampa, porque no es de participación abierta, no hay libre mercado, sino una dificilísima oportunidad de ingresar a competir con barreras legales y procesales muy altas –a pedido del que arma todo este proceso antes, durante y después-, es decir, se inclina el dinero público al bolsillo del privado previamente elegido, pero con un grave error que se hace visible: corrupción.
¿Cómo así son tan influyentes las voces de los que dirigen las empresas del consorcio o grupo que activa toda esta secuencia y frecuencia de la corrupción? Es muy simple, se les “crea” imagen, una narrativa de modernos, identificados, correctos y reflexivos en muchos temas, que van desde igualdad de género, unión civil, inclusión social, hasta políticas transversales y de allí, saltan al podio de la conferencia “Importancia de una súper carretera de la costa a la selva, para el desarrollo dela Amazonía”.
Pero resulta que siendo necesaria la carretera, no se construye por la zona ideal, necesaria, estratégica, sino por una donde… donde pasa el narcotráfico, el contrabando, la tala ilegal, la trata de personas, ¿Qué les parece?
Este activismo pernicioso que favorece al delito y a la corrupción –que también es un delito pero de marca mayor- se juega reuniones de alto nivel, cocteles, embajadas, diplomacias, ONG, gobiernos de toda la estructura del Estado y para “legitimarse”… los medios son el medio.
Sin embargo, tienen tan mala suerte, que nadie les cree a los medios. Los periódicos, emisoras radiales de noticias y canales de televisión de señal abierta, se encuentran en su peor crisis financiera en los últimos 20 años. Ya no les cae plata de inversionistas institucionales o de operadores de interese privados que les ayudaban con unos 50, 100 o 200 millones de dólares para relanzarlos y darles valor, y luego venderlos, sino que están haciendo huecos por todos lados, en un barco que de hundido lleva tiempo, pero aun sobrevive.
El gran problema para estos facinerosos, delincuentes y corruptos, son las redes sociales.
Epílogo: ¿Qué te mejore tu imagen la prensa? “No, por favor”, gritan ahora los activistas de moda, que en su desesperación por figurar y cobrar, invaden gremios o se hacen contratar por gremios. De eso, ya les contaremos pronto.