Una mafia que perdió su oportunidad, sigue pensando hoy como ayer que “el pueblo saldrá a las calles” para exigir que Martín Vizcarra retorne a la presidencia, luego de su destitución efectuada por el pleno del Congreso de la República que declaró la “permanente incapacidad moral” de Vizcarra (a) “Lagarto” en el juicio político que se desarrolló ante una masiva y radical defensa de los medios de comunicación que recibieron miles de millones del gobierno, en diferentes formas, favores y pagos (directos e indirectos, corporativos e individuales).
La “moción de vacancia” obtuvo 105 votos a favor, 19 en contra y 4 abstenciones, superando ampliamente el número de votos exigidos por la Constitución (87 de 130 congresistas). La permanente incapacidad moral, fue evidenciada durante el debate parlamentario y Vizcarra, descubierto, acusado y caído en desgracia, optó con resignación su retiro de Palacio de gobierno, creyendo que todo el aparato de propaganda y publicidad que lo mantenía en el poder (y en el desarrollo de sus actos criminales, como con las vacunas y equipamiento frente al COVID-19), desencadenaría en una movilización ciudadana que saldría a las calles a pedir su reposición, cosa que no sucedió en ese estricto sentido, pero que a raíz de la manipulación mediática, desbordó en una serie de actos de violencia y represión que “obligaron” al entonces presidente Manuel Merino (presidente del Congreso) a renunciar.
Luego vino Sagasti y procreó el arte del primer fracaso, aceptando en herencia el andamiaje de Vizcarra, con el mantenimiento de las estructuras y alianzas caviares, que forzaron a la aplicación a medias, de las reformas político-electorales que consiguieron como resultado, el advenimiento de un extremista del partido comunista Perú libre como presidente del Perú.
La izquierda en sus múltiples partes y centenas de nombres y marcas comerciales (y también electorales), junto a sus oenegés, frentes de defensa y movimientos regionales (que son lo mismo –cáscaras sin contenido, sin masas de apoyo- pero con rotación de “líderes” y caudillos) siguieron hasta allí, desde Vizcarra hasta Castillo, con un enriquecimiento enorme de sus bolsillos, pero sin avizorar que toda la ciudadanía se estaba dando cuenta del entramado irregular, ilegítimo e ilegal que habían armado para perpetuarse en el poder (los de las izquierdas).
Las calles se fueron alejando progresivamente durante esos años del hedor, suciedad y el mal olor, del odio y la promiscuidad, para darle espacio a los ciudadanos peruanos, que con sus familias, salieron diez, veinte y más veces a denunciar las tropelías del Lagarto, de Sagasti y de Castillo, en una secuencia de grandes convocatorias y variados liderazgos, incipientes aún, que tuvieron un gran logro: vacar a Pedro Castillo y su camada de bandidos.
En este escenario, falló un tema que era vital: la señora Boluarte, vicepresidente de Castillo y cajera del hoy prófugo Vladimir Cerrón, no cumplió su palabra de renunciar para que el Congreso designe a un Presidente que convoque a elecciones. Boluarte decidió con la ayuda de humalistas desempleados, caviares de tercera línea y algunos mercantilistas, jugar al poder, al costo que fuera.
Y en este punto, el Lagarto, Acuña y algunos restos de Somos Perú se aliaron en una forma u otra a cambio de ministerios, embajadas, organismos públicos, lo que sea, con tal de darle ingreso a la planilla estatal “a su gente”.
Boluarte jugaba a ser la misma de antes pero no le resultó, porque es de izquierda y su elasticidad es tan amplia como sus bolsillos vacíos y los de sus aliados, no tan vacíos.
Hoy en día, la señora de los relojes ha perdido noción del tiempo y cree o le han hecho creer –mucha atención- que puede ser candidata a la presidencia el 2026 o quizás, pueda extender su mandato un tiempo por un tema de “seguridad nacional”. Para eso, cuenta con alquilados de costumbre que saldrán a sustentar interpretaciones antojadizas de la Constitución y en caso no le funcione ese clamor único (de ella, hacia ella y por ella) siente que ha sembrado pactos que la blindarán cuando alguien la suceda en el cargo, probablemente el 2026.
El Perú amigos y no amigos, es una telenovela política de contradicciones y fantasías ilimitadas, donde el ladrón puede ser santificado, la asesina puede ser bendecida y los cobardes y traidoras pueden seguir siendo lo que son, en la izquierda, desde la izquierda, en su hábitat natural. Y fíjense un detalle interesante: los caviares de la TV y demás medios de los tiempos de Vizcarra (periodistas, guionistas, narradores de noticias, felpudos, etc) han salido en manada a decir que “sólo Vizcarra podrá contra la derecha, porque ya lo ha hecho” y él, el Lagarto “es quien debe nuclear” a los sectores progres y rosados para una alianza electoral inmediata, desde ahora.
Tremenda fantasía caviar, enorme hueco neuronal de las izquierdas de café y troncho de madrugada. La derecha aún no habla en el Perú, no está identificada. La izquierda en cambio, las izquierdas en sentido estricto, están en el VRAEM operando en alianza con los narcos, o en la frontera con Bolivia en alianza con los extractores ilegales y contaminates de minerales, en la pesca negra, en la tala ilegal, en la promiscuidad y la violencia de sus oenegés.
El Perú no sale a las calles para pedir o exigir lo que las izquierdas quieren, eso está demostrado.