Todo lo que ocurre no es casual, todo lo que sucede está perfectamente delineado en una agenda de descomposición moral y cultural que pretende voltear las miradas de lo cuerdo y correcto como error, hacia la locura permanente y lo incorrecto sucedáneo como acierto. La legitimidad del teatro del absurdo, es la nueva y absurda legalidad que se ha impuesto como triste acontecer que se debe y tiene que asumir. Y no se trata de decir esa tonta frase de que “es el Perú pues, es lo de siempre”, porque el Perú no es la telenovela de la irracionalidad ni la idea del caos hecho costumbre, bajo el reinado de la delincuencia. Eso no es así.
Estamos como siempre, pero peor. Exactamente como quieren las izquierdas del odio y sus socios del crimen organizado (desde la farándula, el periodismo vil, el mercantilismo agresivo y ruin, la corrupción metida en todas las instituciones y la impunidad hecha el manto de la no intervención). Estamos peor que antes, pero como siempre, haciendo que cada vez sea aún peor.
La señora presidenta de la República es uno de los gérmenes del mal y se le ha aceptado en su continuidad y permanencia, en un arranque de incomprensible puesta en escena de algo inentendible: “por la gobernabilidad” … sin que haya gobierno, porque nadie gobierna, todo se impone, la democracia es una risa, una mueca, no es democracia en toda su concepción y de eso, se encargan las izquierdas del odio para aumentar su ira, aunque las calles no les hagan caso. Y por eso dicen “esta democracia no es democracia” en vez de decir “seguimos destruyendo esta frágil democracia con la aceptación de los demócratas, porque a nadie le interesa lo que queda de esta débil democracia que no funciona”.
Del canto afónico ante niños (eso del gato “ron ron”) ahora estamos en medio del proxeneta buena gente que resuelve de todo a cambio de otro favor y así, la seguidilla de favores incrementa su billetera que, legal o ilegal, a los de la farándula no les asombra porque son y han sido parte de cada billete, así lo nieguen, así abandonen a su benefactor.
Y no solo la farándula, jueces, fiscales, políticos, empresarios de quinta línea y por supuesto, los periodistas y las conductoras de programas que atacan a todos e investigan a todos, pero “fiestean con Chibolin y su entorno”, dicen que nunca supieron nada.
Hoy es el artista de la calle pública, del nivel o pelaje que sea, el centro de la atención mundial de la peruanidad chismosa. Hoy lo van a lapidar y dilapidar sus “amigos” y los que le deben favores eternos. Van a ver. Y luego de un tiempo, si es que no lo eliminan, regresará con aires enormes al espectáculo de su vida, que es en esencia, hacer de la farándula el control de la otra farándula, la de la justicia y la política peruana.
Y volveremos a escuchar: “es el Perú, pues”