Me motiva escribir este artículo la gran algarabía en el mundo árabe -y africano- por la épica e histórica performance futbolística de los Leones del Atlas: Marruecos.
Sorprendentemente llegó a la antesala de la final de la Copa del Mundo -es la primera vez que un equipo árabe y africano alcanza esa instancia- pero tampoco fue casualidad, sino cosecha de un gran trabajo de equipo y estrategia del entrenador.
Salieron a festejar todos los árabes en diversas ciudades del mundo, desde el mismo Catar -en donde los marroquíes prácticamente jugaron de locales por el gran aliento del público- pasando por las grandes ciudades de Europa, los árabes israelíes, palestinos y por supuesto, en el propio Marruecos.
Aquí hay que destacar la felicidad de los saharauis marroquíes que viven en El Aaiún, Dajla y otras ciudades del Sáhara marroquí, salieron a las calles a festejar abiertamente el triunfo de su equipo, Marruecos.
Esto es sintomático, sumamente revelador, un grito al mundo, de su pertenencia a Marruecos, orgullosos de su equipo, que terminó primero en la fase inicial y envió a su casa a las poderosas selecciones de España y Portugal, colocándose entre los cuatro mejores del mundo, junto a Argentina, Francia y Croacia.
Es un indicador más que los saharauis son marroquíes, se sienten marroquíes y que están orgullosos de su rey, de su país, de su tierra, de sus costumbres, de su libertad.
Atrás quedan esas tesis separatistas de los terroristas del Polisario y su fantoche Estado, financiados por Argelia -cuánta envidia habrá causado los triunfos de Marruecos en Catar, que hasta serían capaces de declararle la guerra-, cuyo pueblo y, por supuesto, los saharauis secuestrados de Tinduf habrán festejado la gloria marroquí, pero en silencio, porque no existe libertad de expresión.
Esa algazara de los saharauis marroquíes, da la razón al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, así como a la gran mayoría de naciones que ven con beneplácito la autonomía ofrecida por Marruecos a sus regiones del sur, la base más seria, realista y creíble para la solución de este artificial diferendo.
Por otra parte, la exteriorización de los pueblos árabes y el saludo de sus líderes -así como de los gobernantes de muchos Estados- al Rey de Mohamed VI por los logros de Marruecos, no son solo por el deporte, sino porque lo consideran un país importante, con una democracia sólida, influyente, gravitante en la región, con una política exterior dinámica, propulsora de la paz, estabilizadora norafricana, unificadora del mundo árabe y africano. Asimismo, muy activa en el campo multilateral, sede de muchas cumbres ambientales, antiterroristas, de desarrollo, entre otras.
Los países -como el Perú- deben ver la trascendencia de esta nación como puerta del mundo árabe y africano e influyente en el concierto mundial.
Imagen referencial, Población saharaui celebra en las calles de El Aaiún el triunfo de su país