Cuenta el comentario popular, que en la antesala de una consulta médica había un niño que no dejaba de introducir su dedo en la nariz, girando su mano, como si tratarse de rascar o sacar algo. Esto lo hacía sentado, parado, medio echado, de rodillas sobre el piso, mientras su mamá leía una revista de esas que se ponen sobre una mesa amontonadas, todas de ediciones pasadas, pero que la gente las toma para no aburrir su espera.
Resulta que el niño era observado por algunos de los que estaban esperando consulta con el mismo médico y en esas observaciones, se asqueaban del niño que seguía, dale y dale, tratando de sacarse un moco, tal vez duro, tal vez jabonoso, pero con toda la evidencia que se trataba de un moco que se resistía a salir de la nariz ya enrojecida de tantos esfuerzos inútiles.
Uno de los pacientes, ante tanto trámite asquiento por el moco, se dirigió a la mamá y le dijo: “Bien inteligente, muy inteligente”, a lo que la mamá con sonrisa medio fingida respondió con esa frase de humildad bastante apresurada “señor, ¿lo dice por mi hijo?” y acto seguido el caballero de la frase coloquial expresó “no señora, me refiero al moco”.
Esto que les narramos en esta mañana que el sol no sale hasta ahora, en una Lima con el cielo panza de burro, es lo que les sucede a todas las izquierdas del odio: están tratando todo el tiempo de sacarse “un moco” pero del cerebro, un gatillante de odios, una chispa sangrienta que envenene, un detonante miserable y malvado que haga que la violencia sea el rostro de su camino al poder, pero no lo logran, porque no aprenden que matar la democracia, por frágil que sea, por maltratada que se encuentre, por manipulada que esté, no es el camino.
Las izquierdas “aneuronales” (carecen de neuronas sus dizques líderes o dirigentes) andan como el buscador de mocos, metiendo cuñas y trampas para capturar cochinadas y así, abrirse camino otra vez, para enfrentar y ensangrentar al país.
Las izquierdas bipolares, inestables, agresivas, negacionistas y odiadoras, no tienen ideas, carecen de propuestas, no saben de argumentos, no hablan, sino que disparan, no dialogan, sino que insultan. Son siempre, las izquierdas del odio, la peor opción en un país extraordinario que debe y tiene que resurgir rápidamente, enterrando el moco caviar, que resulta el más letal en el daño a la Libertad y la Democracia.