Dividir el mundo entre iguales y desiguales, entre demócratas y perversos o entre limpios y sucios, es como pensar que la verdad debe someterse a una lotería, a ver si alguien logra tener el premio o el desconsuelo. El mundo es una circunferencia que se pincha con agujas de fino calibre desde su existencia, pero sigue allí, helado o caluroso, contaminado o intentando ser verde nuevamente, pero está allí.
En esa esfera que no se rompe, hay un espacio maravilloso que protege el mar, que siembra sobre las arenas y valles muy delgados, que se alza sobre los Andes imponentes y lleva un manto de diversidad en la Amazonía. Es el Perú al que se le conoce como fabuloso e incomparable, una nación que reúne culturas y las integra en sus voces, en su cantos, en variadas tradiciones y hermosos colores, un país que sabe servir y recibir, alegre, entusiasta, entregado en su camino, sintiéndolo y haciéndolo propio.
Sin embargo, con todo ese pergamino de orgullo, se pelea consigo mismo, retrocede e insiste en retroceder, se apaga sobre sus pocas luces y se inclina doblando la espalda de su verguenza. ¿Porqué sucede todo esto? El incomprensible presente -hoy- construye el terrible destino -mañana-, de un país que tiene todo para ser un ejemplo y liderar en lo que se proyecte -futuro-. Pero no lo hace, o mejor dicho, lo deshace.
Uno de los venenos más efectivos contra el progreso y el desarrollo del Perú se llama hoy en día “medios de comunicación” que, paradojas de la historia social, se presenta como un antídoto contra los políticos (que esa prensa ha engendrado y no los reconoce como suyos).
Siembra de odios, siembra de violencia verbal y manipulación de las informaciones para generar caos, conflicto y enfrentamiento, fumigación de la verdad y la sensatez, cosecha de conspiraciones y cárteles que se diseminan en toda actividad productiva para envilecerla y hacer que la rueda de la maldad y el delito se hagan incansables. Periódicos que no se leen, que no venden noticia. Radios que son un tic-tac permanente de lo mismo -adulación, servilismo-, canales de televisión que trascienden en la promiscuidad y en educar -eufemismo-, en porquerías. No se trata de suerte ni de desdichas, de derecha o de izquierda, sino de corrupción e impunidad. Y lo permitimos.
Pero Ricardo -me preguntan con insistencia-, ¿Y qué hacemos? ¿Una marcha? ¿Un plantón?
Mil marchas, mil plantones, mil protestas… mil ciudadanos, mil familias, mil sindicatos, mil colectivos, mil padres de familia, mil esposas, mil hijos, mil periodistas, mil empresarios, mil obreros, maestros, campesinos, estudiantes, mil y que luego sean uno más, y otro, y otro, pero todos con un solo objetivo. ¿Es eso posible? Por supuesto.
Pero Ricardo -me preguntan con los ojos cerrados-, ¿Y quién convoca? ¿Quién lidera? ¿Quién hablará?
Mírate al espejo, ese es tu líder. Escucha tus pensamientos y sácalos en palabras fuertes que sean de unidad, sin exclusiones, paso a paso, pero con pisada firme, con mirada de todos y el corazón de una sola Patria, para que no vuelva a sangrar.
No importa que te equivoques, decepciona que no lo intentes.