La maldad es una de las marcas y símbolos que caracterizan a las múltiples izquierdas del odio en el ámbito de la política y las relaciones sociales hoy en día. Se trata de algo así como una especie de gen mutante, contaminante y no reconocido, pero habitualmente escondido en sus mentes, que se activa silenciosamente primero y después, de forma “gritonesca” y escandalosa a fin de crear miedos progresivos entre quinees al ver dichos escenarios, no entienden bien lo que sucede y genera, y solo atinan a ser parte del circo de la indiferencia, la complacencia o la complicidad. Los operadores de las izquierdas del odio, han desarrollado la habilidad siniestra de meterse en las cabezas de los más débiles -intelectual y moralmente hablando- para sembrarles semillas de maldad y hacerlas germinar en un campo donde el viento provocado las esparce más sobre más ignorantes y más débiles. Con esa acción de esparcir el mensaje y la señal de la maldad, es que las masas se infectan, se contagian y son llevadas a los extremos que todos vemos en estos tiempos, donde lo absurdo es lo normal, donde lo irracional se entiende como racional, donde el ser humano no es lo que es, sino lo que te dicen que debes percibir que eres.
Manipulación de las mentes, degradación de principios, valores y virtudes, comportamientos criminales que se entienden “justificados” porque así lo determinan desde la dictadura de los medios de comunicación mientras en las redes sociales hay una batalla intensa por la Libertad, resistiendo las campañas mortales de las organizaciones no gubernamentales -oenegés- que financian el aceleramiento del desborde del caos y la anarquía, objetivo que les lleva a impulsar una “nueva sociedad”. Eso ocurre, lo vemos y lo señalamos, pero no todos lo combatimos. He allí el gran problema: ausencia de participación popular.
Sabemos que se debaten -esas izquierdas del odio- entre un marcado resentimiento por envidia política y celos de frustración que les sugieren destruir y aniquilar a sus oponentes ocasionales y tradicionales, a cualquier costo en estos tiempos de tanta confusión. Pero los enemigos ocasionales son el foco del ataque inmediato porque en ellos está el renacer, la resistencia, el frente de pelea más activo. No son los enemigos tradicionales de las hordas de las izquierdas del odio, el gran y primer objetivo. Son los ciudadanos y sus familias, los niños, los ancianos, los padres de familia que hacen de su esfuerzo la base del crecimiento para el soporte de sus hijos. Es la educación de calidad y la salud al alcance de todos lo que irrita a las izquierdas del odio. ¿Se dan cuenta?
Lo ponemos en una frase completa: El terror que causan la verdad y la honestidad, en las izquierdas del odio, es el objetivo de los que quieren destruir todo, para construir dicen, “un mundo nuevo”, el del terror absoluto y la esclavitud perpetua.
Imagen referencial, “terror” Beksinski
