El mundo en el cual se desenvuelven las izquierdas, no es el de los ciudadanos y sus familias, es otra escena y es otra resolución que se enmarca en miserias humanas, degradaciones, perversiones y escándalos sobre los cuales van formando su círculo de interés y atracción, porque en este mundo de inmundicias, “eso es” lo que atrae a los que se sienten dentro de la sujeción a la militancia obsesiva, el activismo agresivo y la propaganda política que pretende tomar el poder para establecer su modelo de gobierno, que no es otra cosa más que la destrucción del agonizante y frágil sistema democrático, junto a la extinción de las libertades ciudadanas.
En un mundo donde la rueda de la indiferencia va más rápido que el atropello a los derechos humanos, haciendo que lo absurdo sea “el nuevo derecho humano” y los derechos se conviertan en algo repudiable (reversión de la cordura por destrucción de la realidad), las izquierdas han meditado inteligentemente estrategias de confusión a las personas, a fin de envolverlas en tantas tonterías, que el aburrimiento y el cansancio han hecho intolerables las expresiones políticas que se presentan a diario en los medios de “incomunicación” (que cada vez son menos atractivos y comprados), en las redes sociales y hasta en las más simples conversaciones sobre lo que ocurre cada día en el país.
No se trata de desinterés, sino de un virus de negativismo que ha ingresado “a empujones” en las mentes de las personas para disolver la cordura, el rechazo y la razón, a fin de asegurar silencios y padecimientos gratuitos.
La política en el Perú, se ha envenenado a chavetazos y a la vez, se ha envalentonado para matar todo diálogo, debate y acuerdo, haciendo que la componenda, las riñas y la siembra de ira la invadan y dominen unos cuantos miserables con poder y fuerza de presión. Las izquierdas del odio van destruyendo voluntades y van asegurando dificultades para crear sus espacios de revolución silenciosa por un lado, y de actuación hipócrita y promotora de la subversión, en otro rostro de supuesta bondad.
Las izquierdas no escalan democráticamente hacia el poder, se lanzan en un tobogán hacia la podredumbre que significa su vida estancada en el odio, convirtiendo ese fango de resentimiento, en el trono de la violencia para gobernar.