La OEA Organización de Estados Americanos es algo así como nada, con forma de nada, reflejada en la nada, una organización costosa, marginal, recicladora de políticos convictos y burócratas confesos, una suerte de pulpo sin cabeza o mejor dicho, de cabeza sin ideas, sin propuestas, sin acciones, sin decisiones, pero con tentáculos absorbentes. Es la fuente de las indecisiones y el cementerio de las democracias. Nadie puede señalar o descubrirle logros contundentes en la afirmación de los valores y principios de la Libertad, a pesar de todos los beneficios, ventajas y presupuestos que succiona a su favor. Es una antigua junta de notables que no lo son.
Si bien en sus años han pasado esforzados por cambiarla, intensos por quitarle el empobrecimiento moral y sagaces por revitalizarla, su actual secretario general –por ejemplo- es alguien que usó la organización y la sigue usando para perennizarse en el cargo, al cual lo hizo “reelegible para él”. La democracia extendida para el autoritarismo que dirige, ¿Es eso lo que se escribió en su carta fundacional? No.
Pero inclusive la misma OEA que se alimenta de una supuesta imagen de moralidad y transparencia ha caído, por su actual dirigencia, en algo así como el “pub de las amigas y los amigos” donde se rompen los lazos de familia y se cosen los de la sacada de vuelta, los de matrimonios informales alternos, los del engaño desde uno mismo, usando y abusando del poder. Esa es la impresión que circula, la opinión que se nutre sobre lo oscuro, lo que se pretende hacer eterno: burocracia que esquilma, burocracia que hasta construyó su poder judicial latinoamericano para sojuzgar y apretar democracias y derechos humanos, favoreciendo a extremos del odio y la política de venganzas.
La OEA no existe como medio de impulso a valores, ya fue, no es, no puede serlo en la forma que se ha convertido para acallar gritos de libertad.
La incoherencia y la tapadera sobre sus jerarcas es inocultable, sino ¿Conocen de algún procedimiento sancionador al secretario general? No, no existe, es un “primus inter pirates”.
En suma, si la OEA no sirve para nada, no dejemos de expresar nuestra condena a una junta de burócratas que se han convertido en enemigos de la libertad y destructores de la democracia y la participación ciudadana.