Para el proceso electoral presidencial y congresal del 2026, estamos viendo que los límites de las excentricidades no existen, que los discursos de falsedades aumentan en perversidad, que los encumbrados por ellos mismos como pre o como candidatos -negociaciones previas, bajo la mesa siempre- siguen el modelo de burlas sobre la ya siempre perjudicada sociedad civil o dicho en otras palabras, sobre todos los peruanos que son espectadores permanentes, como siempre, del nuevo show político electoral. No hay transparencia, verdad, inteligencia, valor ni honestidad en las palabras y por ello, los pensamientos deben ser de peor calaña y manifiesta procedencia en sus profetas del nuevo destino peruano (vaya paradoja del mal).
¿Así se piensa que el país va a recuperar décadas perdidas en educación, vivienda, salud, seguridad, transporte, ciudadanía y justicia, por citar algunos rubros que son de urgencia volver a construirse, bajo un mandato que lo pueda dirigir en unidad democrática y unidad racional un líder que no se vislumbra? Complicado, muy difícil pero no imposible con las excepciones que necesitan perfilarse mejor.
Lamentablemente tenemos en la baraja casi cuarenta impresentables entre los cuales, en mi opinión se salvan dos y quizás tres, pero con muchas limitaciones que, para nuestra realidad política, son superables frente a los demás insalvables. Miren bien, un candidato que se hace el que sabe de todo y al final no dice nada (propuestas, ideas, agenda, soluciones) es puro palabreo y pasada de elogios a los que “dice que lo invitan”. Sin embargo, a nosotros nos han contado como “él se invita” aduciendo lo que lo destaca: falsedades y cuentos burdos. Pero como en el Perú nos gusta el engaño y eso lo saben quienes manejan los medios, lo invitan, pero no porque sea un personaje provechoso y útil en sus expresiones, sino que sirve de escarnio y burla en los días siguientes, como ha ocurrido luego del rechazo popular en el sur del país y como ocurre en los programas que se emiten en redes sociales. No sirve, no sabe, no habla claro, da vueltas para explicar lo que no explica y mete frases de “criollada” y de “pollada” porque se cree imaginariamente “pendejito”. Una lástima la soberbia, pero un castigo la ignorancia.
Otro, académico y renegón de sus miserias, que se mostraba limpio de pedir dineros y favores, resultó -antes de entrar al partidor- el cuentacuentos más hipócrita de esta jornada de desengaños electorales. Escondiendo su silencio por los abusos hacia estudiantes mujeres cuando era rector de una universidad, escondió ahora su lista de costos para el pase de pre a candidato y viene la pregunta… y luego, ¿cuánto cobrará a los ya nominados?
Pero no se cansen, hay una pareja que no oculta sus interioridades, que transitó en diversos cargos públicos con Toledo, Humala, Vizcarra y en algunos “coqueteos por interés” con Keiko Fujimori y Sagasti. Estos dos señoritos de la rancia estirpe caviar, sanisidrino y miraflorino, pero en realidad golondrinos que deambulan entre el sueldo público y la limosna familiar, tienen también “su” partido y “sus” hipocresías latentes para tratar de engatusar al ciudadano que ve cáscaras y no busca contenido. De estar de rodillas ante Toledo, de rodillas ante Humala y muy agachados con Vizcarra, no se regresa. Por eso, el rechazo a la soberbia del candidato con pañal es inmensa.
Estos tres son idénticos y se alimentan de inocultables errores y abismal ignorancia, propia de los soberbios que aspiran a ser “presidentes” de un país imaginario, porque del Perú, no lo serán jamás.
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