Si se descubren indicios de un delito –en base a una investigación preliminar- resulta lógico que se profundice el tema y se haga exhaustiva la búsqueda de evidencias que demuestren la verdad y lleve a identificar a los responsables directos y a los que estén comprometidos.
Molesta que a uno lo impliquen, es verdad. Pero molesta más si todo queda en un limbo, porque se generan suspicacias, mayores sospechas. Es como reaccionar imponiendo el silencio cuando la música no nos gusta.
En el caso del actual gobierno, las acusaciones sobre dineros de fuente desconocida que pueden haberse dirigido hacia partidos o personas con afanes políticos para llegar al poder o enriquecerse al margen de la Ley, se hacen cada día más sólidas.
Los defensores del gobierno –con todo el derecho que les asiste- no reparan en respuestas con señales que intentan confundir, antes que aclarar.
Alguien con ciertos pergaminos los excusa y dice que el gobierno destaca por su decencia y lucha contra la corrupción. Eso superó el extremo de la gratitud que debe existir seguramente, por algo debe ser.
Los calificativos no excusan una investigación. La ofensa no reemplaza el delito, lo oculta.
Decir que alguien robó más, no le quita al investigado la posibilidad de ser igualmente un ladrón.
El trabajo periodístico impacta –qué duda cabe- y se extiende más allá de los medios convencionales para generar una comunicación intensa en las redes sociales, donde el gobierno no logra ingresar, menos controlar, aunque a veces tiende a presionar cuando pone en marcha todo un aparato de inteligencia que usa al Estado y sus organismos.
Decir que salga un programa de TV, sugerir cambiarle el horario como de condiciones, retirar a un colaborador que se lee y se recomienda en su lectura, anular a un panelista controvertido para el gobierno y ensalzar al que se arrodilla por un contrato temporal, son viejas fórmulas de presión y sumisión.
Si alguien robó menos y ya lo sabemos, no puede ser motivo para detener la investigación para descubrir a los que ahora roban también, siendo igual de ladrones, igual de culpables si la justicia así lo determina.
Si uno robó menos o más y ahora preguntamos cuánto estarán robando al país, es una historia que nadie quiere dejar de lado sin sanción. Pero que eso no se quede en diálogo de ladrones.