Estoy sorprendido por el fanatismo que adquieren algunas personas para “exigirnos” tomar posición por un extremo o por el otro. Así fue en la Alemania nazi y por eso Hitler llegó con muchos votos y gran aceptación al poder, en un país culto o por lo menos que así lo parecía.
Algunas personas no saben quién fue Hitler; tal vez lo confundan con la marca de una ropa femenina o el nombre de una cerveza. No, fue un miserable que ganó la confianza del pueblo alemán y tuvo todo el poder necesario para hacer lo que quiso. Aprovechó con gritos de odio y exacerbación del resentimiento, la creación de “culpables” para soliviantar al pueblo, al noble pueblo alemán que se convirtió en el pelotón de fusilamiento de millones de sus propios compatriotas.
Hitler era pequeño, de mirada esquiva, cara de imbécil y tono de voz que aumentaba conforme decía algo hasta llegar a los gritos y la imposición de sus órdenes.
Hitler dominó la historia y la cultura del pueblo alemán, impuso un “nuevo estilo” bajo el cual por ejemplo, se colocaban anuncios en las calles que decían “este ‘alemán’ nos cuesta 60,000 al año por sus defectos, es tu dinero el que se gasta”. Se refería a un niñito con síndrome de Down. ¿Sabes lo que hacían con estos niños? Los eliminaban, los mataban.
Y lo mismo se hizo con más de 9 millones de bebés, niños, jóvenes, ancianos, minusválidos, hombres y mujeres. ¿Por qué sucedió esa masacre? Por tontas ideas “políticas” que decían que el color de la piel definía la vida, o la muerte. Porque la pobreza era culpa de los que tenían más y debía “distribuirse la riqueza” (puros discursos).
Un niño alemán y un niño judío eran exactamente iguales: eran dos niños. Pero para Hitler y sus millones de seguidores, eran diferentes porque el niño alemán era un ser humano y el niño judío era “basura”, una escoria, un error de Dios. ¿No me crees? Lee por favor.
Por culpa de Hitler, millones de familias desaparecieron y no existen nombres, padres, hijos, herencias y tradiciones; sólo la valentía de algunas personas logró rescatar la dignidad de los que ya no están. Hitler creó las Brigadas Nacionalsocialistas, la Gestapo (policía secreta) y las SS (grupos paramilitares) para reprimir, perseguir y asesinar a cualquier opositor. Pero Hitler no es único, también existió un miserable llamado Fidel Castro.
Fíjense ustedes: Cuba era un pequeño país donde su propia gente se inclinó a la idea de “hacer una revolución”. Fidel se decía católico, era amoroso y hasta “ejemplar”. Encabezó una supuesta lucha por la libertad y la igualdad. Llegó al poder y todo Cuba le apoyó. Al poco tiempo hizo su gran anuncio: el Movimiento 26 de Julio se daba a conocer ahora, luego de establecer sus redes de dominio, como el nuevo partido comunista.
Y lo anunció con un desplazamiento de activistas y militantes debidamente entrenados en conspiraciones, que en 24 horas controló todo el país: Castro era comunista e impuso una feroz dictadura, comenzó a encarcelar en mazmorras y a fusilar a los que no eran comunistas y también a los compañeros comunistas de ruta que le hacían sombra y le reclamaban por sus actos y corrupción, cerró todas las iglesias y prohibió la salida de sus ciudadanos del país: creó un país encarcelado.
¿Qué más? Humillando ferozmente, señalando como una escoria a los que tenían una vivienda propia, les quitó sus casas, huertas, vehículos y pequeños negocios porque no estaban con “la revolución”, cerró los colegios privados y sometió a la universidad, creó una feroz organización “popular y social”, el colectivo denominado Comités de Defensa de la Revolución (CDR), y también, los Comités de Barrio (cuadra por cuadra, los soplones) y asumió el control total del país mediante el nuevo Partido Comunista como el único medio de sujeción política, social, económica, laboral y militar. Creó en sólo dos años 75 cárceles para opositores políticos, no para ladrones, ya que los criminales estaban en el poder (Hoy son más de 200 prisiones de máxima seguridad).
Si colocamos un nombre compartido, los CDR de Cuba y las SS de Alemania son lo mismo.
En Cuba se ha asesinado más de un millón de jóvenes, hombres y mujeres que se han opuesto a la revolución comunista, sí, la de Fidel Castro y su hermano Raúl, que lleva cerca de 70 años en el gobierno. En Cuba ya no viven más de 4 millones de cubanos que han tenido que salir, huir de su Patria y su historia, dejar su sangre y sus alegrías bajo la tierra que alguna vez los alumbró.
¿Qué esperarías con 10, 20 o más años de un “presidente” que tenga a su lado a un sanguinario como su pareja, como su líder y próximo primer ministro con súper poderes de gobierno y por encima de él y la Constitución, hasta que la cambien a patadas y balazos, como hizo Fidel en Cuba con Osvaldo Dorticós, que fue presidente desde el triunfo de la revolución de Castro –durante 17 años- hasta que se suicidó extrañamente?
La Democracia cuesta compañeros, amigos y no amigos, necesita nuestro aliento, voz, protesta y defensa. Reemplazarla por un gobierno extremista es grave, pero estamos en esa vereda trágica.
Te invito a leer rápido sobre Hitler y Castro, revisa bien y decide.
Quedan pocas semanas, porque después, no habrá tiempo para leer, sino para huir como cobardes, o para pelear, como patriotas.