No solo en el Perú, es a nivel latinoamericano que la estupidez se ha convertido en un arma poderosa para las izquierdas del odio que se empecinan en hipnotizarse sobre cualquier tontería a sí mismas y por decantación a gentes ignorantes que caen en ese juego pernicioso de siembra de demagogia y populismo que al final, los devuelve a su estado natural, ya lo dijimos, a la estupidez.
Resulta paradójico, por ejemplo, que cada semana se inventan un discurso, los de las izquierdas del odio, porque carecen de agenda, no tienen lideres ni dirigentes, son una mezcla de fracasados y frustrados que tienen ansias de poder, de cargos públicos, de reingreso a la burocracia y a los privilegios que desde el Estado pueden aprovechar, utilizando recursos públicos en su beneficio y de sus allegados (familia, camaradas, cómplices, socios de la organización criminal).
Vemos con tristeza -porque dan pena, lo siento, es verdad-, que en ellos nada es éxito, ni triunfo, ni el destacar por méritos propios, ni conseguir un mínimo logro o reconocimiento. Todo se circunscribe a usar y dilapidar lo ajeno, a nacionalizar o estatizar “temporalmente” el presupuesto de una municipalidad, gobierno regional, ministerio, organismo estatal, embajada, lo que sea, cuando sea, como sea, para succionar y malgastar. Son sembradores del desierto y la sequedad.
Las limitaciones intelectuales, además, se unen a su ausencia de destreza y carencia de habilidades. Ocurre en todos los de las izquierdas del odio y en sus entornos (asesores, asistentes, asistontos, consejeros, locatarios, contratistas, comechados, parejas, entenados). Por eso el país ya se cansó de lo mismo y de los mismos de siempre, de los que gritan por derechos humanos, pero destruyen la vida humana.
En el mundo de la fantasía de las izquierdas del odio, la estupidez los nutre con rapidez, es en lo único que hacen bien, en lo malo, en su suicidio por deshonestidad.