No es extraño que los ciudadanos estén como apagados en silencios largos, en cero presencia en las calles y protestas, como si lo que ocurre no les afectara. No es extraño, porque hemos sido conducidos a ese estado de silencio e inactividad ciudadana, a un tiempo de mirar y dejar pasar lo que sucede, así nos haga daño, así ocurra cualquier desgracia o atropello. ¿Y porqué no actuamos, porqué estamos desactivados y callados? Porque no hay nada ni nadie a quien seguir (mientras tanto, seguimos esperando líderes, sin asumir el rol que nos corresponde).
La sociedad peruana es una mezcla de todo lo que es contradictorio y a la vez, extrañamente unificador: agresiva y violenta, fabulosamente entusiasta y solidaria en destellos de oportunidades (dígase futbol por ejemplo, unidad para colaborar en desastres o emergencias nacionales, fervor de Fe y fervor de tradiciones como en los toros y la fiesta costumbrista que nunca se acaba de celebrar…). Seguimos pensando en la alegría, en hacer una yunza cada semana, en recorrer el país desde sus arenas y montañas frías, hasta sus recodos en la costa y sus ríos atrayentes en aquella Amazonía que dejamos al olvido siempre. Seguimos pensando en que las desgracias aún no vienen a decirnos que traen más dolor que en los tiempos que no nos agotaban. Seguimos en lo mismo y con los mismos que “dirigen” al retroceso, cada pequeño avance, cada logro y sensación de progreso. ¿Seguimos soportando por propia decisión?
Todo ocurre peor, como siempre, pero peor, desde que sobre la sociedad se han posado los políticos de la nueva forma de hacer de la corrupción y la impunidad el sistema de gobierno, administrado por una legión de partidos “cáscara” cuyos dueños son los verdugos de la desfalleciente democracia y de la limitada Libertad.
Frente a esta nueva “era”, que denominamos la Era Caviar, el largo tiempo del peruano oprimido, toca el reloj del despertar, que no es inútil (ni el peruano, ni el reloj del tiempo actual).
Mirar hacia los costados, hacia adelante y descubrir los caminos, es el destello que te niegan. Conquistar con tu acción, la dirección de tu vida, es lo necesario. Por eso, hay que hablar, hay que decir las cosas que uno piensa, hay que expresarse en medio de las diferencias para encontrar similitudes, objetivos comunes, acciones que unan a la mayor cantidad y calidad de ciudadanos, porque el otro tiempo, el del progreso y el desarrollo, reclama que sea hoy y no mañana el que señale y congregue a los peruanos para revertir tantos odios hacia la fraternidad y lograr que, en base a las discrepancias y diferencias, ayudemos a construir el país que aún podemos edificar. Es la tarea, no es un reto, no es una promesa, es la acción y hay que realizarla.
Para lograrlo, se debe terminar con la era caviar, ese mal tiempo de la tempestad del resentimiento y la envidia que se ha gestado en grupos de personas que odian el éxito y se envilecen con nuestros impuestos.