Hace casi 53 años, a las 2:15 a.m. del 3 de octubre de 1968 treinta blindados salidos del céntrico Fuerte Rímac tomaron por asalto la Plaza de Armas de Lima y apenas 35 minutos después forzaron la rendición de la Guardia de Palacio.
El presidente democrático Fernando Belaunde Terry fue deportado a Buenos Aires, desde donde marcharía al exilio en Estados Unidos; la sede del Congreso de la República fue ocupada por la tropa y el local del Apra fue también fue tomado a punta de metralleta. En la tarde del mismo día se dio a conocer el Estatuto del Gobierno Revolucionario y el general Juan Velasco Alvarado se presentó como presidente del Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas.
Ese golpe no emergió como una simple vuelta al militarismo de viejo cuño, intentó un modelo socializante que desgració a nuestro país. Desde el primer día, la revolución fue una farsa: en secreto se indemnizó a la petrolera norteamericana IPC.
La Reforma Agraria, que se ejecutó en el lapso de junio de 1969 y junio de 1979, expropió 15,826 fundos y más de 9 millones de hectáreas, al final benefició de manera directa a apenas 27 % de pobladores peruanos y quebró el agro nacional.
La reforma educativa estuvo marcada de enfoques comunistas. Se eliminó la libertad de prensa y se incautaron los medios privados; las y socializante absoluto y generaron una pérdida para el país de aproximadamente US$ 18,870 millones a valor presente.
Otro tanto ocurrió con el aparato administrativo del Estado: la planilla pública aumentó en un 83 %, lo que se tradujo en bajas salariales y en una enorme presión en las finanzas del Estado. La deuda pública pasó del 15 % al 48 % del PBI. Un 25 % de la deuda pública contraída durante el gobierno militar de 1970 al 1979 se destinó al gasto militar.
Estuvimos al borde de una estúpida aventura militar contra Chile instados por Cuba y la URSS. Habríamos terminado invadidos por Estados Unidos y nos hubiéramos desbarrancado en una guerra civil.
Por todo ello, y por mucho más, repito hoy lo publicado en mis libros: “contestando el disparate retórico nacionalista de calificarlo como “insigne patriota”, sostengo que debería reconocérsele como el insigne felón”; como un traidor a la patria que solo hoy los bobos y los ignorantes defienden.
Nota de redacción: Hugo Guerra -Recoletano, Sanmarquino, Periodista y amigo del Portal de la Libertad- escribió este artículo en el Diario Expreso el 2 de octubre de 2018 y por su mensaje en la hora actual, en que los admiradores y cómplices de esa dictadura asumen con fraude electoral el gobierno, vale la pena recordarlo.