Hace poco iniciamos una larga caminata para sembrar ideas y propuestas que reconviertan el desánimo en esperanza y la alegría en una oportunidad para todos y todas, en especial hacia aquellos grupos poblacionales que se sienten excluidos y marginados en la sociedad, por eso que algunos o muchos ven con temor: lo digital, lo virtual.
Juan, de 73 años, cada mañana se levanta sin despertador y “antes que el cielo aclare y los gallos canten”; sale con su buzo azul marino y sus blanquísimas zapatillas hacia la panadería del barrio, aquí en Breña, a comprar los panes calientitos y la jamonada que reclaman sus nietos cuando se sientan en la mesa para el desayuno que se comparte en familia, porque Juan es de los de antes, de los de mesa grande, la mantequilla al centro, café pasado y los tarros de leche a disposición.
Benjamín de 68 años en cambio, se despierta al toque con su viejo reloj de cuerda y campanas chillonas y corre a la ducha fría “porque fui comando en Zarumilla ¿Sabes dónde queda Zarumilla no?” y luego comienza a pasarle la voz a todos, hasta que progresivamente se acercan a la cocina para prepararse un pancito con camote frito, té –para que el aceite no te malogre la mañana- y para los mayores, café. A Don Benjamín le agrada que su Consuelito de 65 años le prepare pan con aceitunas negras, se lo merece dicen todos.
Natalia de 66 años, es de las que se alistan con paciencia y elegancia frente al tocador antiguo de amplio espejo, se adornan un poco y bajan a la cocina a desayunar solas, porque no tienen a nadie más en casa. Se quedó con sus sombras y añoranzas familiares después de un matrimonio hermoso de 48 años con Toby, un chofer de camiones que hizo de las carreteras del país, un libro de anécdotas que a Naty la hacían reír cuando el viejo se ponía a recordar esos largos tramos de sus viajes que comenzaron cuando los dos se escaparon de sus casas para vivir una historia de amor incomparable.
¿Sabes por qué te cuento esto? Porque así como Juan, Benjamín, Consuelito, Natalia y Toby, más de cuatro millones de peruanos de espíritu combativo se sienten alejados de su Patria, olvidados por la modernidad, escondidos de la sociedad que les dice que no salgan a las calles, que no acudan a las oficinas públicas o privadas, al banco, a hacer sus gestiones, trámites y encargos. Los pretextos que se han creado pueden convertirse en argumentos seguramente, pero son pretextos cuando le rompes el corazón a un viejo empeñoso y bien educado o a una bella dama de años acumulados en su sonrisa y dulce andar.
Y además, en cada mesa de esas casas, los hijos y los nietos, o la visita de ellos, siempre están con un celular a la mano, revisándolo, escribiendo en sus teclados mientras los viejos observan sin entender… porque nadie les ha explicado de qué se trata todo eso, cuál es magia que se esconde en esos aparatos pequeños que hacen grandezas, según les comentan luego, porque en la mesa, nunca hablan.
“No es necesario que venga”, “hágalo por internet”, “use la APP del banco”, “deposite en el cajero automático directamente”, “baje los archivos de la página web, firma, los escanea y los envía al correo electrónico”… ¿Has escuchado estas frases? ¿Y quién se las ha explicado al que no tiene una computadora en casa, o no tiene internet, o no sabe qué es una página web, una APP, escanear?
Es que vivimos suponiendo que todos deben saber de todo, como aquella frase que dice “nadie es ignorante ante la Ley”.
Y entonces, la gente mayor se enfada, se amarga, se siente menos que los demás, se avergüenza y tiene miedo en ocasiones, piden que les hagan el favor y los engañan, los estafan hasta en sus propias familias (lo siento, pero es verdad). Y aquí nace la palabra exclusión financiera, daño digital, maldad virtual.
Nuestro objetivo frente a esta parte de la historia diaria en la vida de millones de peruanos y peruanas que se sienten marginados, es y resulta que es de lo más sencillo y simple, si se les explica con paciencia y alegría. Pero no les digas que es sencillo y simple, deja que ellos lo descubran.
Enamórate de lo digital es la idea y venimos diciéndolo pausadamente, tratando de atraer socios en una alianza de amigos por los más respetables: los mayores de todos, los libros abiertos de la vida, las manos nobles que saben de abrazos y solidaridad.
Más de cuatro millones de “viejos y viejas llenos de fraternidad” nos obligan a seguir enviando mensajes, contando historias, evidencias y testimonios que existen caminos sencillos para educar, alfabetizar en lo digital, unir en la formación virtual.
Si enseñamos como lo hicieron ellos con nosotros, lo digital será como la inmensidad del amor que tienen Juan, Benjamín, Consuelito, Natalia y Toby por sus familias. Es tan simple lograrlo, como que es tan duradero el Amor, si logramos construir la plataforma “Enamórate de lo digital”.
“Enamórate de lo digital” es una secuencia, que tiene evidentemente una frecuencia, constancia, seguimiento y conquistas, logros que se van exponiendo y se hacen evidentes con testimonios de satisfacción. Por eso, creemos que los bancos como primera opción y bandera de liderazgo, deben ser las plataformas de atracción y conquista para la alfabetización digital.
No tengamos miedo a invitar a la modernidad, a la inteligencia de la antigüedad, porque se trata de un abrazo que hará de lo virtual, el cariño digital.