Escribe el Padre Manuel Tamayo.
En los tres meses que llevamos con una pandemia ascendente, llama la atención, para preocupación de muchos, los escrupulosos y los temerarios.
Cuando las situaciones se agravan, los miedos o pánicos repercuten más en los que tienen tendencia a los escrúpulos, y estos podrían crear manías que dificultan la convivencia, y todo resulta más difícil cuando se vive en cuarentena.
Quien sufre de escrúpulos la pasa muy mal, vive angustiado con temor a contagiarse, se esmera, de un modo exagerado, en poner orden y limpieza por todas partes, se aísla asustado, pendiente de las informaciones más exageradas de las redes y los medios, no deja de enviar mensajes y advertencias de precaución a sus familiares y amigos.
En cambio el temerario, que se sitúa en el otro extremo, preocupa más, porque pone en riesgo su vida y las de los demás. Cree que a él no le va a pasar nada, que todo es una exageración; suele decir, para que no le molesten: “de algo hay que morirse” y habla sin medir las situaciones graves de muchos contagiados y los de fallecimientos que van creciendo día a día y están a la vista de todos.
El temerario suele minimizar las advertencias, y algunos ridiculizan con sorna a los que se toman en serio las precauciones. Es un rebelde que puede ser difícil de controlar.
Los escrupulosos dan pena porque sufren, pero, aunque tengan mucho miedo, es fácil consolarlos; suelen escuchar y agradecer los consejos que se les da para tranquilizarlos.
Conocer bien a las personas y las diversas situaciones en que se encuentran
En el temerario, en cambio, hay una indisposición que genera fastidio y preocupación en sus familiares, piensa que tiene criterio (y no lo tiene) y pone en tela de juicio las advertencias o medidas de prudencia que se le alcancen, porque para él son una exageración. Hay que cuidarlo para que no cometa un descalabro que le perjudique a él y a su familia. Es más difícil controlarlo por su falta de sensatez y de tino.
Si le sacamos una foto a nuestra sociedad habría que añadir a los conflictos de los temerarios y escrupulosos los que son generados por la necesidad de salir de una gran mayoría para no morirse de hambre. Si hay que corregir unas conductas hay también que comprender muchas situaciones que son reales y que claman al Cielo.
Cuando los medios están politizados se ocultan muchas situaciones que deberían salir al aire, para que todos puedan ser solidarios con las personas que más sufren.
Líderes idóneos y capaces para manejar situaciones de alto riesgo
Los que manejan una situación difícil, como una pandemia, deben ser personas especializadas con un alto nivel de virtudes humanas para lograr transmitir con coherencia y sinceridad las indicaciones pertinentes. Se deben decir las cosas de tal manera que el que las escucha se sienta agradecido por la información veraz que recibe con claridad y firmeza.
El mal comunicador cree que el miedo es un modo de conseguir que la gente responda bien. Es como el mal profesor que piensa que sus alumnos van a responder si les pone baja nota, si los jala, o si los castiga. Meter miedo nunca es un buen camino para ayudar a las personas.
Tampoco es buen comunicador el “optimista” que hace creer que todo está bien cuando no es cierto. De esa manera está ocultando la realidad y si piensa que así no hace sufrir a la población, luego con el tiempo, el sufrimiento será peor y tendrá que pagar una factura muy alta por no haber dicho toda la verdad a tiempo.
La verdad se agradece siempre
Las cosas como son, al pan pan y al vino vino,; cuando la situación es grave no se pueden contar cuentos o hacer bromas que no vienen al caso.
Cuando se trata de la salud un médico especialista, sin ningún tinte político, es el que debe informar y preparar a la población, alcanzando los datos necesarios y los protocoles pertinentes. La explicación de un prestigioso profesional da paz y persuade a la población para que se sienta comprometida a colaborar.
Las fuerzas armadas, (el ejército y la policía) están para garantizar la seguridad de todos. La población debería confiar en el trabajo que ellos realizan y agradecer su presencia. Para que esto ocurra, los integrantes de las fuerzas armadas deben ser personas ejemplares en todos los aspectos y en todos los ambientes donde se encuentren.
En ellos debe destacar la coherencia de vida, la honradez y un afán grande de servicio a los demás.La población en general y cada persona individual, ¡todos!, se sentirán seguros, no por las armas que lleven, sino por la conducta de cada miembro de las fuerzas armadas. Deben ser personas buenas que saben combinar con arte, la fuerza con el respeto y el cariño por la población.
Garantizar los ingresos económicos de la poblaciónSi en una pandemia quedan comprometido los trabajos y por lo tanto la economía de un país, los gobernantes deben consultar al empresariado y a los economistas más renombrados, (que no defiendan posturas políticas), para determinar lo que se debe hacer. Un profesional competente de ese sector es el que debe informar sobre la situación económica vigente y explicar cuáles serían las soluciones oportunas.
El respeto y el valor de los medios sobrenaturales en tiempos de pandemia.Una población mayoritariamente católica que cuenta, por tradición, con devociones arraigadas, se ven en la urgencia de pedir a Dios para que pasen estos momentos terribles de angustia y desesperación.
Es muy comprensible que mucha gente pida que se le facilite los medios para poder ir a los templos a rezar.
Es de desear que las autoridades y todas las fuerzas que estén en primera fila luchando contra esta pandemia recen y pidan oraciones. En un país mayoritariamente católico el estado puede el pedir que se rece para que pase la pandemia y pondrá los medios para que la gente pueda hacerlo. Las oraciones pueden ser mucho más eficaces que los respiradores y las máscaras.
Se respeta al que no tiene fe. pero a él también se le pide que respete a los que la tienen.
Si por efecto de una pandemia se ven afectadas las actividades religiosas de un sector o de todo el país, los gobernantes deben coordinar con las autoridades eclesiásticas y pedirles a ellos que expliquen e informen claramente a la feligresía cuáles son los protocolos que deben observar en los tiempos de pandemia. Si el problema es a nivel mundial las autoridades eclesiásticas harán las consultas pertinentes a las instancias superiores.
La población tiene derecho a conocer la verdad, no se les debe mentir, ni tenerla desinformada, sobre todo en situaciones de emergencia cuando está en juego la vida de muchas personas.
Si las autoridades hacen las cosas bien el nivel de sensatez de la población en general será más alto y los más sensatos se encargarán de tranquilizar a los escrupulosos y corregir a los temerarios para lograr el equilibrio ideal que permita superar las dificultades en situaciones de emergencia.
Todos los seres humanos son educables a corto plazo, cuando las autoridades consiguen ser testimonio de una conducta coherente y limpia. (P. Manuel Tamayo)