Decir que va a funcionar una reforma de pensiones, porque se arguye que “no es hora de buscar críticas, sino de trabajar para que funcione” es equivalente a la justificación del próximo fracaso, en este caso, debacle desde el inicio, porque nunca, bajo ninguna circunstancia, una Ley nace con tantas enfermedades y agonías, siendo, por lo tanto -y esto es lo único cierto-, insostenible en el tiempo. Las Leyes, amigos y no amigos, cuando se trata del dinero ajeno, es decir de tu dinero, se convierten en política “legal” del hurto y el engaño. Las Leyes sobre las pensiones y la jubilación, estimados cotizantes formales y trabajadores independientes acostumbrados al silencio y la permisividad, siempre tienen que ser técnicamente formuladas y perfectamente estimadas en cada etapa de su propuesta, con análisis al detalle, debates financieros, aprobación previa, inicio legislativo, implementación por todos los actores públicos y privados, despegue, continuidad, revisión “paso a paso” y mejoras, secuencia y vean bien: frecuencia, porque las Leyes no son automáticamente funcionales ni “funcionables” (no se activan mediante enchufes).
Esto que les comento, es exactamente lo mismo en Chile como en el maravilloso Perú, en relación a sus nuevas Leyes de modernización o de “reforma de los sistemas de pensiones”, normas que en sus respectivos congresos primero, y sus desubicados gobiernos luego, se han aprobado bajo el beneplácito de los interesados grupos de poder y de presión, así como de medios activistas de comunicación, salvo honrosas y honestas excepciones que siguen advirtiendo las aristas del daño a la economía de las personas y del país que no han estimado daños a su impacto, porque el riesgo es inminente, nace y aumenta cada día más, ante la incertidumbre existente.
En Chile, veamos un dato sencillo, implementar esa norma requiere más de 2% del PBI como “costo fiscal”, pero eso solo es una cifra que se enmascara para ocultar el rostro total, la contracara, ya que el verdadero costo ciudadano se duplica a 4% del PBI con el gasto privado equivalente que deben asumir los afiliados cotizantes y no cotizantes, así como las Administradoras de Fondos de Pensiones y su red de proveedores, a efectos de tener al día que cursa, los nuevos programas y sistemas de información, capacitaciones, elementos de comunicación e información, bases de servicio a los clientes financieros, estimaciones paramétricas, comisiones y salarios ante la nueva realidad legal, administrativa y de gestión en las AFP y servicios complementarios (y todo lo que se debe añadir, que no es poco y es inmensamente necesario y lo pagarán, por si no se los han dicho o no lo ven, cada uno de los trabajadores chilenos con menos pensiones y menos beneficios directos) porque el Estado succiona derechos, extingue beneficios y empobrece la vida misma expropiando esperanzas.
Me decía una profesora de la Universidad de Chile, tomando varios cafés con estudiantes de la Adolfo Ibáñez y egresados de la Católica (una mezcla bastante racional y no explosiva), que “se pretende inventar el fútbol como nuevo deporte, haciendo una burda manipulación de lo que existe como si no existiera, cambiando las camisetas por corazas de hierro y las reglas por golpes mortales, corriendo sin pelota y bajo el fuego, con un árbitro que tiene el poder de meter goles y donde los jugadores pueden ser reemplazados por el público que aplaude si sus manos sangran. ¿Qué les parece este nuevo teatro del absurdo? Ni la inteligencia artificial llegaría a la locura de diseñar el cuento del caos que piensan algunos humanos”. Así de absurdo es este teatro legislativo previsional.
Y lo mismo en el Perú. Una Ley inconsistente, que ni siquiera la han leído sus “autores o firmantes adherentes” porque es un copia y pega de varios proyectos que se juntaron por parches desde el desubicado y falso poder ejecutivo y desde el Congreso decadente, que no sirven de muestra de ni un solo concepto innovador, serio, seguro, trascedente, importante, justo, honesto y necesario.
Una Ley, dos Leyes contra la gente, contra el ahorro, contra el sentido de pertenencia y la propiedad privada, eso han hecho, como siempre pero peor, los Congresos y gobiernos del daño, de Chile y del Perú, como si estuvieran compitiendo para ver quien lo hace más rápido y peor, como siempre.
Y los gobiernos de Boric y Boluarte, con “b” burda cada uno, describen lo que nace de sus firmas, ¿No es así?
A semanas de sus fatales aprobaciones sin celebraciones -nada que festejar-, no existe una sola alegría, ni una sola sonrisa de esperanza, ni una sola manifestación multitudinaria de trabajadores que hayan dicho “gracias, al fin”, porque estas leyes de reforma de los sistemas de pensiones, en Chile y el Perú, son las antesalas de la reducción de los beneficios de las pensiones y la insostenibilidad de la jubilación.
Cuando a los políticos no les interesa la vida de los ciudadanos, ocurre esto, como siempre, pero peor, en países extraordinarios que navegan sin destino y sin agenda, sin líderes.