Vivimos horas terribles para la República que ponen en riesgo su continuidad y por cierto de sus Instituciones.
Una de ellas es la Policía Nacional del Perú últimamente comandada por oficiales que no cumplen el juramento que hicieron al graduarse como oficiales hace más de tres décadas.
La Policía es una Institución jerárquica. Las órdenes se cumplen pero hay límites a ellas. Una institución al servicio de la Sociedad no puede empeñarse al poder de turno y menos a los herederos ideológicos a quienes sus efectivos de hoy y de ayer combatieron en los 80s y 90s.
El Perú sufre una grave inseguridad que no es enfrentada con eficiencia. A diario mueren peruanos en manos de la delincuencia; todos somos víctimas de bandas organizadas y de delincuentes de poca monta. La situación no es de ahora. La mayoría de policías hacen lo que pueden pero ello es insuficiente.
Muchos expertos dan recetas, incluso aquellos caviares que fracasaron cuando les tocó asumir responsabilidades. La situación se torna cada día más preocupante. Sin embargo lo más preocupante es la grave crisis moral por la que pasa. Una grave denuncia sobre pagos ilícitos para ascender en todos los grados no ha sido investigada y menos desvirtuada. ¿Si fuera cierto ello, con qué cara aquellos culpables podrían exigir respeto a sus subordinados? Urge respuestas.
Muchos especialistas han criticado la proliferación de escuelas de formación. ¿Qué se ha hecho para atender válidas razones? Es hora de refundar la Policía desde sus bases o sea desde su formación como oficiales o suboficiales. Ya sucedió al final del siglo XIX con la gloriosa Escuela Militar de Chorrillos. Experiencias como la alemana o japonesa serían importantes como modelo para la Policía del Perú. El experimento de 1988 no parece haber dado frutos como opinan varios entendidos tras evaluar los criterios que originaron la fusión de las entonces Guardia Civil, Policía de Investigaciones y Guardia Republicana.
Hay que empezar no solo por las cuestiones técnicas y académicas sino con una sólida base moral, de disciplina y de respeto a los valores democráticos. No es posible que sigan existiendo casos de efectivos que en vez de enfrentar el delito sean parte de bandas delictivas y que incluso tras ser expulsados, un tiempo vuelven a ser readmitidos tras ganar engorrosos juicios contra la propia Institución.
En Brasil el cambio empezó con la creación de unidades de élite y a partir de ello se replicó a todo nivel. No es posible el actual estado físico de algunos efectivos y su incapacidad para reducir a delincuentes. Es hora de cambiar! Que el policía vuelva a ser el amigo del barrio y que la ciudadanía no solo la respete y quiera. Hoy cualquier fantoche insulta o agrede a un policía y encima no pasa nada.
Para que la tarea de la Policía sea exitosa es imperativo que la Fiscalia y el Poder Judicial cumplan sus tareas. Es un trabajo en conjunto. Muchos delincuentes salen en libertad al poco tiempo de haber sido detenidos in fraganti. Ello afecta la moral de la Policía, cuyos miembros se preguntan para qué seguir combatiendo el crimen si al final el sistema judicial termina liberando a los delincuentes atrapados.
La Policía no es ajena al grave cáncer que afecta a la Sociedad. Buscar una solución para la problemática de la inseguridad implica cambiar la grave crisis que afrontamos y ello pasa por la salida de los incapaces y que corruptos que hoy gobiernan el Perú.