Las izquierdas sufren un ritmo acelerado de extinción y en ese trauma creciente, prueban discursos, temas que se inventan a diario, victimizaciones con gritos destemplados, autolesiones y autosecuestros que no evidencian heridas, ausencias que son un “ampay me salvo”, desapariciones para pedir indemnizaciones y evidentemente, luego aparecen los inubicados bien cachetones y con varios kilos de sobra.
Y sumando más teatros del absurdo, los enemistados entre ellos y ellas, ahora son inventores de nuevas marcas comerciales que las ponen a sus “partidos de garaje y subasta“, con nombres risibles como “Estar bien”, “el nuevo Perú por el buen vivir”, “Primero la gente”, “Antes y después”, “La paz nos une” y así, decenas de frases que tratan de desviar lo que en opinión de muchos subsiste en el recuerdo referido a los orígenes y las actitudes de algunos de sus representantes, que ahora ya no usan sus tradicionales nombres políticos, ni sus slogans agresivos y violentos.
Ya no son revolucionarios, ahora son progresistas. Ya no llaman a la guerra popular del campo a la ciudad, sino a marchas nacionales “por la vida”, ya no son protagonistas de huelgas de hambre, sino de grandes banquetes y comilonas “en nombre del pueblo”. Son asalariados del Estado, directa o indirectamente y se dedican a pedir y a exigir que el Estado -que quieren destruir- sea más grande y les pague más; fomentan así, el desprestigio de las instituciones que quieren destruir y para eso, se meten en todas las instituciones públicas, para no trabajar, para armar escándalos, para denigrarlas ante los ojos de la ciudadanía que se va a aburriendo de los poderes del Estado, de las instituciones tutelares, de todo lo que debería servir a la ciudadanía.
Uno podría decir, ¿pero si esto es así, entonces quedaría en evidencia que lo privado es mejor o podría reemplazar lo público que es un asco y no funciona? Esa podría ser una respuesta, pero no es válida en la lógica construída por el odio de las izquierdas, ya que lo que se pretende decir es que “hay que reformar el Estado, pero por partes” y esa es la gran trampa. Y en consecuencia viene la reforma educativa, la reforma electoral, la de la salud, justicia, etc etc etc. Vivimos de secuencias y escenarios manipulados por las izquierdas, donde todo se reforma desde la izquierda, menos la propia izquierda. Es decir, contratamos a los verdugos de la democracia, para que la descuartizen lentamente.
¿Y saben porqué ni una sola reforma ha funcionado en el país? Por el odio que le imprime la izquierda. El odio con el que nacen las propuestas -de más odio-, una perversidad que se intenta legitimar para luego legalizarla con disposiciones contrarias a la Constitución (que es el objetivo mayor de su ataque).
Eso de ser de izquierdas, no combina con la Paz, con la Verdad, con la Justicia, con la Libertad. Eso de ser de izquierdas, autodeminadas ahora “lo que sea con otro nombre”, es la penumbra que oscurece todo. Eso de ser de izquierda, como que no resulta con el odio que traen encima y que no debemos dejar que lo lleguen a esparcir otra vez en el Perú.