Estamos en medio de tres grandes espacios y los extremistas van ganando terreno fuera de las calles, porque en las calles nadie domina ni logra convocar con palabra de unidad, ideas y propuestas, nadie logra sembrar movilizaciones efectivas con líderes que aglutinen sobre un discurso homogéneo. Así tenemos en el escenario que nadie logra definir como reflejo de la realidad:
(1) Oposición al gobierno (2) Apoyo al gobierno (3) Oposición a las izquierdas.
(1) Quienes se oponen total y radicalmente al gobierno, son en su mayoría los innumerables “grupos de uno o dos” dirigentes que no dirigen nada (las izquierdas del odio), que se enfrentan a los izquierdistas que ahora están en palacio y en los ministerios, en alianza con Vizcarra, Acuña y Humala ¿No se habían dado cuenta de los ministros de estos socios enlazados por Otárola?
(2) Los que apoyan al gobierno, son los creyentes que dicen que si bien es cierto que Dina Boluarte ha seguido la secuencia, la sucesión presidencial, es la Democracia lo que en verdad apoyan y hay que darle respaldo a la presidenta en razón de esta creencia. A ellos se suman los interesados de siempre, como lo señalamos anteriormente (Humala, Vizcarra y Acuña, sumando al SUTEP y la CGTP), que pueden decir todo lo contrario, pero la puesta en escena de sus representantes políticos como ministros, vice ministros, encargados de organismos reguladores o superintendencias, directores en empresas del Estado y en EsSalud, es innegable.
(3) Aquellos que están en el tercer y gran espacio de oposición a las izquierdas, son los más escuánimes y los más preocupados por lo que viene sucediendo: Estamos a la deriva, poniendo parches y buenos deseos a un gobierno sin rumbo, que solo busca hacer tiempo hasta el 2026 mientras prueba escenarios de dominio, de cierto autoritarismo que imagine en la mente de los ciudadanos, una mujer fuerte, decidida, valiente e inteligente, una “Bukele” con algo de “Bolsonaro”. Sin embargo, esto es imposible, así los managers de esta selección que está fuera de contexto usen más recursos y más asesores externos para generar esa imagen, donde creen que si la señora Boluarte viaja al exterior, logrará impactar en el mundo político, financiero y presidencial. Boluarte, si quiere ser una presidente que gane el alma y el corazón del pueblo, debe estar con la gente, en las calles, en los pueblos, en el dolor de la vida, en la esperanza de la gente joven y en el auxilio de los ancianos olvidados y las mujeres que necesitan protección, impulso y garantías para su progreso y desarrollo. Pero no podrá lograrlo porque no ha sido lo suficientemente honesta frente a su responsabilidad en los efectos de la represión durante las protestas pasadas y porque luce “acartonada”, sin gestos femeninos o maternales. No es una madre para el pueblo, es una señora dando malas órdenes.
Dina Boluarte no tiene sentimientos democráticos, Otárola tiene apetitos electorales, sus ministros dan rienda suelta a sus propios planes e intereses sin protagonismos porque para Boluarte, nadie puede ni debe hacerle sombra (como toda marxista, tiene miedo a las sombras, incluso a su propia oscuridad).
Por eso, insisto cada día: ¿Qué hace la señora Boluarte? ¿Gobierna? No, no gobierna, ella se balancea en la delgada línea de la supervivencia y la fatalidad.
¿La hora final está cerca? Todo depende como vayan las negociaciones para la Mesa Directiva del Congreso, así como las negociaciones para darle rostro de reconciliación nacional a los políticos, comenzando por el gobierno, porque sino este 28 de julio el discurso de Dina Boluarte será en el ring del congreso y ya sabemos como acaba eso.