Pedí que me corrijan si estoy equivocado y nadie alzó la voz o envío un mensaje para aclarar lo que manifesté en la Universidad Católica, adonde fui invitado para participar en una mesa redonda sobre “el rol de la izquierda en la lucha contra la corrupción”, un evento para el que… no sabían a quien habían invitado (o sea, a mí).
Los negacionistas de la izquierda bipolar, de la izquierda del odio, los nuevos socialistas del siglo XXI, los progres o caviares de apellidos antiguos, de nombres de hacendados y terratenientes que luego pasaron a las revolucionarias filas de las dictaduras comunistas, los apodados con refranes o como sinónimos de palabras que no lo son ni lo serán (como por ejemplo “combatiente”, “arturo”, “gonzalo”, “vilma”, ” che”), son convictos, son criminales que asesinan y al mismo tiempo dicen que sus actos son parte de una lucha política, un acto revolucionario para “liberar pueblos sojuzgados”, lo que constituye una tremeda mentira.
Y tanto es así, que detrás de las acciones y los dicursos de odio, desarrollan una agenda de corrupción e impunidad que no tiene fin, porque la corrupción desde las bandas criminales de la ultra izquierda, así como desde los escritorios caviares, está siendo protegida por distintos niveles de gobiernos locales, regionales e inclusive, cada vez se menciona con mayor fuerza, desde el gobierno central, para no hablar más del Congreso de la corrupción y también Congreso de la impunidad.
Lo que más llama la atención es que habiendo pruebas, evidencias, testimonios, autoinculpaciones, colaboradores eficaces que declaran los delitos, traiciones entre cómplices y revelaciones efectuadas por algunos pocos y valientes medios de comunicación… no pasa nada. Por eso, nace la pregunta: ¿Están exonerados de ir a prisión los caviares y los extremistas de la izquierda del odio? ¿Porqué Susana Villarán no está recluída? ¿Porqué los congresistas de la ultra izquierda subversiva no están en la cárcel?
Es incomprensible que la justicia tenga también no uno, sino mil rostros. Uno para condenar al pueblo y muchos otros para exculpar o suavizar tratos con los criminales de la política.