Vivimos tiempos tan complicados en el Perú, que casi cualquier respuesta es recibida como “la solución”, sin antes pensar qué es lo que puede suceder con decisiones apresuradas o con acciones sin argumentos. No entendemos que no podemos tener una agenda insostenible y a la vez, pedir un camino para todos, donde la libertad y la democracia estén en la mente de cada ciudadano como una necesidad de impulso cada segundo, porque si no tenemos certezas y evidencias de nuestras decisiones, simplemente estaremos ahorcándonos en nuestro propio cadalso.
¿Qué intentas decir con eso de no tener certezas, si estamos en medio de un gobierno lleno de odio, resentimiento y corrupción? ¿No es eso evidente?, me preguntan a diario. Y respondo preguntando: ¿Qué se construye como reacción al odio, al resentimiento y a la corrupción?
Los de las izquierdas que están “limpias” (algo queda por algún lado) podrían decir que se necesita inclusión y un acuerdo transversal. Los de las derechas (y aquí es muy complicado definirlas e identificarlas) tal vez señalarían que sobre esas actitudes hay que ser peruanos íntegros y ciudadanos defensores del ordenamiento legal, de la Constitución, porque allí están las herramientas que necesitamos.
Pero si le preguntas al que no sabe donde ubicarse o al que cree que está a un lado o al otro, la confusión, esa eterna paradoja nacional, se hace muy amplia, muy extensa, muy complicada de descifrarse.
Somos una especie de pensadores que analizamos todo y criticamos de todo, somos una raza indiferente, eso somos y nos negamos frente al espejo de la realidad por duro que parezca.
Estamos buscando un líder, un caudillo, una respuesta con vértebras y no importa si tiene cerebro y corazón. Allí está nuestra condena, porque los peruanos pensamos con el corazón y carecemos de pasión hacia el pensamiento, hacia el uso de nuestras capacidades y talentos, no somos sensatos.
En cada ciudadano existe una cólera creciente pero que no se expresa, que sigue siendo cólera y crece más como indignación pero se apaga de lunes a viernes, justo cuando debería encenderse y arder hacia la protesta, imparable, constante, enérgica, tenaz.
Nos estamos acostumbrando a no rebelarnos, a creer que alguien tiene que hacerlo por nosotros. ¿Estamos locos? ¿Qué nos pasa? Observen bien: los combustibles han subido de precio más que en toda la historia, los alimentos están en menos mesas, en menos casas y en pocos estómagos. El hambre y la miseria no se pueden maquillar, la angustia y la desesperación crecen y frente a eso, los trabajadores tienen que buscar como sea un pan para la casa, una medicina para sus hijos, una esperanza que se convierta en una realidad.
En pocos días estaremos eligiendo nuevos alcaldes y casi todo va a seguir igual: corrupción, robos, engaños, mentiras, impunidad y caos. ¿Sabes porqué? Porque nos acostumbramos a votar por mentirosos y sinvergüenzas en vez de hacerlo por gentes buenas que quieren hacer cosas buenas por el Perú. ¿Te das cuenta?