Vivimos tiempos tan complicados, que casi cualquier respuesta es recibida como “la solución”, sin antes pensar qué es lo que puede suceder con decisiones apresuradas o con acciones sin argumentos.
No entendemos que no podemos tener una agenda de gobierno basada en la demagogia y a la vez, pedir un camino para todos, donde el populismo nos vende falsas realidades, donde la libertad y la democracia NO están en la mente de cada ciudadano como una necesidad imperativa de impulso cada segundo, porque si no tenemos certezas y evidencias de nuestras decisiones, simplemente estaremos ahorcándonos en nuestro propio cadalso (construído con alegre afán tortuoso).
¿Qué intentas decir con eso de no tener certezas, si estamos gonernados por la incapacidad, ineptitud y corrupción? ¿No es eso evidente o la indiferencia te hace callar?, me preguntan a diario; pregunto yo también todos los días. Y respondo preguntando: ¿Qué se construye como reacción al poder del odio, al resentimiento cargado de placeres irregulares y a la corrupción que reina entre las autoridades y sus “equipos” de gobierno nacional, regional y local? ¿Silencio? ¿Es eso lo que construímos, cobardía?
Los pocos representantes de las izquierdas que están “limpias” (algo queda por algún lado) podrían decir que se necesita inclusión y un amplio acuerdo transversal. Los de las derechas (y aquí es muy complicado definirlas e identificarlas entre las gentes de ideas y los negociantes o mercantilistas que las rodean) tal vez señalen que sobre esas actitudes, aún hay que ser peruanos íntegros y ciudadanos defensores del ordenamiento legal, el libre mercado y sobretodo la Constitución, porque allí están las herramientas que necesitamos. Pero son palabras, puras palabras que no se correlacionan con hechos.
Miren bien: si le preguntamos al que no sabe donde ubicarse o al que cree que está a un lado o al otro, la confusión, esa eterna paradoja nacional, se hace muy amplia, extensa, complicada de descifrarse porque los peruanos somos muy “variables” y poco ubicables, carecemos de “posición” definida.
Somos una especie de permanentes pensadores que analizamos todo y criticamos de todo, somos una mezcla de lo indiferente y lo absurdo creyendo que tenemos la razón, eso somos y nos negamos a reconocer como nuestro, ese ADN frente al espejo de la realidad, por duro que parezca.
Estamos buscando un líder, un caudillo, una respuesta con vértebras y no importa si tiene cerebro y corazón. Allí está nuestra condena, porque los peruanos pensamos con la emoción del momento, con el entusiasmo o la cólera instantánea, con el resentimiento propio que llevamos hacia arriba, a los costados y hacia abajo… y carecemos -los peruanos- de pasión por y hacia el pensamiento, hacia el uso de nuestras capacidades y talentos; no somos sensatos, no creemos en nuestras palabras porque cuando dejamos de pronunciarlas, seguimos en lo mismo, mal y peor.
En cada ciudadano existe una cólera creciente pero que no se expresa, que sigue siendo cólera y crece más como indignación, pero se apaga de lunes a viernes, justo cuando debería encenderse y arder hacia la protesta, imparable, constante, enérgica, tenaz. Protesta como respuesta, protesta con respuesta.
Nos estamos acostumbrando -o ya estamos acostumbrados- a no rebelarnos, a creer que alguien tiene que hacerlo por nosotros. ¿Estamos locos? ¿Qué nos pasa? Observen bien: durante los últimos diez años, los combustibles han subido de precio más que en toda la historia, los alimentos están en menos mesas, en menos casas y en pocos estómagos. El hambre y la miseria no se pueden maquillar, la angustia y la desesperación crecen y frente a eso, los trabajadores tienen que buscar como sea deshacerse de sus ahorros y bienes para que no falte un pan en la casa, una medicina para sus hijos, una esperanza que no se pierda y se convierta en realidad.
En poco tiempo –el 2026- estaremos peleándonos por ver quien es el menos ladrón, el menos mentiroso, el menos corrupto o la menos relojera o hipócrita, para elegir senadores, diputados, presidente del país y gobernadores regionales, consejeros regionales, alcaldes en más dos mil distritos y provincias en total, y en cada distrito y provincia, un séquito de regidores distritales y provinciales que llegarán con “su mancha de ahijados, compadres, comadres, amantes, tramposos y financistas de campaña” y casi todo va a seguir igual de mal o peor: corrupción, robos, engaños, mentiras, impunidad y caos. ¿Sabes porqué? Porque nos acostumbramos a votar por mentirosos y sinvergüenzas, en vez de hacerlo por gentes buenas que quieren hacer cosas buenas por el Perú.
¿Te das cuenta? ¿Despiertas ahora?