Cuando alguien, un ciudadano, comenta en las redes sociales que considera negativo lo que realiza un gobierno nacional, regional y hasta local, de inmediato surgen operadores de respuestas automáticas que en base a insultos y ofensas, generan únicamente tres opciones: responderles con fuerza, responderles tratando de lograr un diálogo que calme ese tipo de reacciones, ignorarlos y bloquear a los agresores.
Hablamos de las opiniones de un ciudadano que tiene todo el derecho de criticar abiertamente lo que le parece que está mal. Pero también señalamos que, evidentemente hay una industria de la respuesta y el amedrentamiento, y esa industria la dirigen periodistas y los llamados comunicadores (que parecen ser periodistas, pero no lo son).
Observen bien, el cuadro, la escena del momento no está completa porque entre los respondones y las respondonas se encuentran dirigiendo esa estructura de “apaga fuegos”, periodistas que se alquilan al poder (nacional, regional, local). ¿Es esto posible?
Existe un circuito de idas y vueltas, de gentes -mercenarios- que están construyendo a cada instante de la vida, mayor hostilidad y mayor desprestigio hacia los desprestigiados políticos, hacia los empresarios, hacia líderes o referentes de diversa opinión y tamaño en sus audiencias (periodistas, artistas, deportistas, académicos, tuiteros muy leídos, analistas, opinólogos escuchados). Estas gentes que trabajan para la industria del ataque y del desprestigio, o están individualizadas y actúan por su cuenta y riesgo en muchos casos o están en la planilla de algunos gobiernos o por medio de empresas de imagen y comunicación (recibiendo fondos estatales) que sirven a esos gobiernos e intereses (cobran mediante una triangulación financiera que a veces no la conocen los últimos de la planilla).
No es casual que los periodistas que critican a los críticos de las redes (en este caso, a los opositores del gobierno vigente), trabajen en medios de comunicación, call centers, oenegés, universidades, empresas de relacionamiento o agencias de imagen, publicidad y gestiones de interés que están relacionadas directa o indirectamente con el gobierno. Es decir, se les paga con los impuestos de los ciudadanos para que sirvan y sean un parachoques en las redes sociales, para que sean defensores de la impunidad e inclusive, de la corrupción.
La prensa no es, ahora, una imagen de limpieza e independencia, primer gran problema. Los medios, no son, desde hace tiempo, un reflejo de transparencia en la información, sino una especie de balcón de la militancia gubernamental. Esa es la realidad y si la volteas, si pones el ejemplo al revés, donde exista un gobierno algo limpio, relativamente democrático, pro empresa y en favor de la inversión y el capital privado, la respuesta inmediata del alquiler de medios, de los colectivos de propaganda radical y extremista, de periodistas ligados a campañas para tumbarse ese gobierno es más que evidente. Ha ocurrido.
Entonces, ¿Cómo saber dónde hay periodismo y donde hay piratas? La única respuesta es hacer labor efectiva como ciudadanos, denunciar a los delincuentes de la desinformación y no perder el objetivo de una opinión, de una crítica y de una oposición, proponiendo soluciones, respuestas y acciones.
Un ciudadano no se limita en su vida a señalar lo malo o a aplaudir lo bueno e ignorar lo que no le gusta o le incomoda. Un ciudadano da respuestas, actúa, participa, señala, dirige y se convierte en gestor de la honestidad.
La estigmatización a la prensa es culpa de la prensa, de aquella que se alquila a un gobierno corrupto, de aquella que se alquila a un aspirante corrupto que pretende gobernar, reemplazando a otro corrupto.
El epílogo de esta situación aún no ha llegado, pero advertimos que la violencia está escalando, no sólo desde los gobiernos y sus organismos formales e informales de represión (tributaria, policial, judicial, militar, sanitaria), sino desde dos frentes claramente identificados: (1) colectivos ciudadanos que cuentan con respaldo de los gobiernos, atemorizan y se vuelven hordas de agresiones verbales porque consideran que los medios que se oponen a sus ideas o conceptos, son un peligro para lo que ellos entienden como democracia y la libertad (logran callar a los medios que atacan), y (2) grupos de periodistas con militancia abierta en favor de gobiernos de izquierda principalmente, que dirigen medios virtuales en especial, que manipulan las noticias en señal abierta, maltratan a los entrevistados y minimizan los actos de corrupción para defender la continuidad de los que gobiernan.
El periodismo ha pasado a ser como la política, una oscura necesidad que requiere una limpieza profunda y una gran renovación, urgente y efectiva.
La gran pregunta final es: ¿Los periodistas, tienen líderes? ¿Tienen referentes? ¿Saben responder? ¿Necesitan que los reemplacen periodistas de verdad?