Esta historia empezó cuando el espíritu crema inauguró su nueva casa con el nuevo siglo, dejando claro, desde el 2 de Julio del 2000, que las 80 mil almas que asistirían a sus cuatro tribunas y 1,250 palcos se batirían siempre a 180 pulsaciones por minuto. Nunca con menos pulsaciones que las de la cancha.
Por eso creo que la Conmebol convocó a la casa de la garra por segunda vez para las finales de “La Libertadores” porque allí, el que va, no se sienta y mira. El que va, canta, alienta, mete, se emociona y celebra siempre, porque no hay derrotas con esa entrega. En esta oportunidad, a diferencia del 2019, el pueblo “mengao” llegó al partido “atrincherándose” en las de norte. Cuando lo vi ingresar, me intrigó.
Después recordé que los vi disfrutar chupándose los dedos al comer pollada peruana o “frango grelhado com batata e arroz”, en la previa. Así como también, cuando bailó y fotografió el atardecer, desde la vista del parque de Miraflores. Durante la previa, alternó sus bebidas, pero siempre llevó puesto los colores de su camiseta. No eran brasileños de turismo. Ni Odebrecht en “feijoada”.
El “mengao”, me atrevo a decir que preparó todos los detalles. Aprendió de cuando le aguaron las celebraciones al pueblo “Millonario”. Porque en el 2019 River Plate había viajado desde Buenos Aires, Argentina, preparándose para celebrar. Por ello copiar la apuesta era arriesgado para el “mengao”. Sin embargo, en el 2025 fue dominador dentro y fuera de la cancha. En la previa, la siempre indeseada muerte de un solo hincha; y durante el partido, el 63 por ciento de la posesión del balón, me ayudan a sustentar la afirmación.
Si bien de los dos equipos viajaron muchos más hinchas de los que tuvieron acceso a una entrada, a los “porcos”, como se les apoda a los del Palmeiras, no se les vio de la misma manera en la cancha, a pesar de que ya habían jugado en agosto en Lima contra la garra crema y en el Monumental. No mostraron la misma preparación. No digo que fueron peores. Tampoco que fueran inseguros. Digo que no se notó la misma preparación. En el estadio pareció que fueran menos en tribunas; y Palmeiras, dentro de la cancha pareció arrinconado. Los 37 minutos de posesión de balón, me excusa de más detalle.
El partido en 8K fue partido intenso, entregado. Bien jugado. Sobresaliente. No apareció el “mengao” de Zico, pero si el de Danilo, el de la entrega, de quien se impone en el minuto 77, elevando su metro ochentaicuatro hasta el cielo, dejando literalmente, en el piso a la defensa del Palmeiras para conectar de cabeza y hacer estallar el Monumental. Los minutos finales fueron dramáticos: Palmeiras y su hinchada, nunca se rindieron. Por ello, así no hay derrotas.
Termino felicitando a todos quienes, con pulsaciones altas, controlaron que se viva una hermosa fiesta. Felicito a Flamengo que desde hoy sumará Cuatro Copas Conmebol Libertadores, de las cuales dos, las gano en el Monumental de la “U”, de Universitario de Deportes, en La casa de la Garra en América.
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