Ann Applebaum ha escrito “El ocaso de la democracia. La seducción del autoritarismo” (Debate, 2021). Es una reconocida historiadora, periodista de opinión, ganadora de un Pilitzer por su obra “Gulag”; laureles tiene. Conoce muy bien y de primera mano la política europea y, particularmente, de la Europa del Este. Vive en Polonia. El título del libro y la reseña que leí me atrajo a la primera.
Esperaba un libro de pensamiento político, con su ingrediente filosófico. Me encontré, más bien con una suerte de crónica política y abundantes fuentes periodísticas, de la política práctica de los últimos años, centrada en la deriva iliberal de los actuales gobiernos de Hungría, Polonia y los Estados Unidos de Trump. Su análisis del “modus operandi” de estos gobiernos se extiende a Bolsonaro, Le Pen y Vox de España.
Applebaum es una pensadora liberal y, desde una visión procedimental de la democracia, hace la crítica de las prácticas de estos gobiernos, en la cabeza de sus líderes, en quienes detecta acciones y estilos autoritarios contrarios a la moderación, tolerancia, temporalidad propios de un régimen democrático.
Arremete contra los populismos y las teorías conspiratorias con el mismo entusiasmo y énfasis que ponen los que creen en ellas. Un libro que se suma a la denuncia de varios politólogos contemporáneos que alertan contra las amenazas autoritarias a la democracia.
Los dardos del libro tienen destinatarios con nombres propios, sin embargo, en tanto que seducción, el autoritarismo acecha a toda tienda política, ubicada en cualquier dirección de la señalética política: derecha, izquierda, centro; arriba, abajo; y todas las combinaciones posibles. Un libro, sin duda interesante, para quien sigue el día a día de la política europea oriental; no es mi caso. Me siento más a gusto con las propuestas que exploran las ideas de fondo que modelan los fenómenos sociales. De los contenidos, del qué de los programas políticos, no se dice gran cosa. La autora se instala en el paradigma de la democracia liberal en su forma y procesos.
Su propuesta, no obstante, es alentadora y amable. Dice: “A algunos la precariedad del momento actual les parece aterradora; sin embargo, esa incertidumbre siempre ha estado ahí. El liberalismo de John Stuart Mill, Thomas Jefferson o Václav Havel nunca prometió nada permanente. Los mecanismos de separación de poderes de las democracias constitucionales occidentales nunca han garantizado la estabilidad. Las democracias liberales siempre han exigido algo de los ciudadanos: participación, debate, esfuerzo, lucha…”. Una vez más, es la sociedad civil la llamada a definir el país que queremos.