El titular del derecho a la información es el público, todos y cada uno de los ciudadanos de a pie. Los medios de comunicación tienen el deber de comunicar y en esto se han quedado cortísimos.
A mi modo de ver el derecho a la información ha quedado monopolizado por la empresa informativa y los intereses ideológicos y económicos que mueven a los dos grandes conglomerados que ocupan el espacio informativo. Uno de ellos, elegante, sesgado e insidioso; el otro, rabiosamente parcializado. Una vez más, el ciudadano queda desasistido. Información parcial, información interesada, información aburrida por repetitiva.
Poder, dinero y persuasión -ejes estructurales de la sociedad mediatizada- juegan entre ellos. La gran prensa tendría que cumplir el papel del Chapulín Colorado y no lo hace. No es el caballero andante en busca de la defensa del huérfano, la viuda o el indigente. Se busca descaradamente a sí misma; habla, no escucha; pontifica, no aprende.
¿Qué ha pasado con esta prensa? Simplemente se ha ideologizado, al mejor estilo de la crítica que Karl Marx hizo al pensamiento de su tiempo, al cual llamó ideología porque ocultaba los intereses de clase.
Noticias sin referente a la realidad. Opiniones desmesuradas. A falta de mejor nombre a éste periodismo puede llamársele prensa ideologizada.
El derecho a la información ha quedado sin sujeto: el público. Las grandes empresas informativas lo han monopolizado y quiénes son sus líderes de opinión no han estado a la altura del delicado oficio de informar. Ésta como las otras dos son patologías de la comunicación.