“El matrimonio es entre un hombre y una mujer. Los Estados laicos quieren justificar la unión civil para regular diversas situaciones de convivencia, impulsados por la necesidad de regular aspectos económicos entre las personas, como, por ejemplo, la obra social. Hay que ver cada caso y evaluarlo en su diversidad” (Papa Francisco).
“No existe ningún fundamento para asimilar o establecer analogías, ni siquiera remotas, entre las uniones homosexuales y el designio de Dios sobre el matrimonio y la familia…Es inaceptable que las iglesias locales sufran presiones en esta materia y que los organismos internacionales condicionen la ayuda financiera a los países pobres a la introducción de leyes que instituyan “el matrimonio” entre personas del mismo sexo” (Papa Francisco, Amoris Laetitiae 251).
“Las personas homosexuales tienen derecho a estar en una familia, son hijos de Dios, tienen derecho a una familia. No se puede echar de una familia a nadie, ni hacerle la vida imposible por eso. (Papa Francisco)
COMENTARIO
Hay en el mundo muchas uniones de convivencia humana, sanas y limpias, que no son matrimonio y que tampoco tienen connotaciones sexuales.
La protección de la ley
Todas las personas tienen derecho a estar cubiertos legalmente. El Estado tiene la responsabilidad de proteger a sus ciudadanos.
En el mundo hay muchos desórdenes y peligros causados por la miseria humana. No hace falta describirlos porque todos los conocemos.
Hoy, como nunca, la familia está siendo atacada por muchos frentes. Se deben dar leyes para defender a las personas de los males que incluso pueden surgir de los miembros de la misma familia. “…Una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos: el padre contra el Hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra” (Luc. 12, 50 – 53).
En una familia puede haber diversidad de situaciones que exijan una reglamentación adecuada por parte del Estado para proteger a las personas en sus derechos.
Ningún miembro de la familia puede “linchar” a otro por las decisiones que haya tomado en los aspectos profesionales, sentimentales, políticos o religiosos. Para esas situaciones se crean determinadas leyes que defiendan a cada persona con justicia. Así se evitan situaciones de esclavitud o de violencia, por las conductas impropias o los malos ejemplos.
Uniones libres de convivencia humana
Las uniones libres de convivencia humana pueden tener diversos motivos: una comunidad de vida conventual y religiosa, pertenecer a la milicia en una institución del Estado, personas que vivan juntas en una vida de fraternidad, otros que están juntos por motivos de trabajo en circunstancias que exigen vivir en un mismo lugar.
En el mundo hay solteros que están en condiciones de adoptar un niño, así como hay innumerables madres o padres solteros que educan a sus hijos. Dos personas que viven juntas, como hermanos, podrían tener condiciones para adoptar un niño. Como dice el Papa Francisco: “Hay que ver cada caso y evaluarlo en su diversidad”
En la inolvidable película “Marcelino pan y vino” el niño fue educado en un convento de frailes y en otra película “Canción de cuna” que ganó el premio de la mejor película del año, una niña fue educada en un convento femenino de religiosas.
Todas las personas son iguales en dignidad sean homosexuales o no.
Lo que debe estar bien claro es en la gran diferencia que hay entre el matrimonio, donde la relación es conyugal, de las demás uniones humanas donde el aspecto sexual no debe estar presente (en la relación).
Arremetida actual del “orgullo Gay”
Sin embargo no se puede dejar de tener en cuenta que, en estos tiempos, el panorama es distinto al de los años anteriores.
En la última década el mundo observa una suerte de revolución Gay, con manifestaciones pintorescas, y muchas veces aparatosas, de grupos que buscan leyes que garanticen una convivencia matrimonial entre personas del mismo sexo.
Dentro de esta coyuntura no se pueden incluir las uniones a las que nos referíamos en los párrafos anteriores. Los grupos LGBT exigen el reconocimiento legal de la liberalidad sexual en todo tipo de relaciones.
En los lugares donde se empezaron a reglamentar las uniones de convivencia civil, ahora ya está reglamentado el matrimonio civil. Esta ola, que es prácticamente un tsunami, es la que está invadiendo el mundo y modificando las legislaciones de muchos países.
Por otro lado quienes defienden los intereses de la bandera multicolor, usan todos los argumentos, con la ayuda del poder mediático, para llevar “las aguas a su molino” diciendo incluso que por fin el Papa, estaría aceptando el matrimonio entre homosexuales, sacando de contexto el comentario que el Santo Padre hizo en una entrevista más larga.
Lógicamente hay mucha gente confundida, en este tema; también es cierto que existen cristianos, y algunos miembros del clero, a favor del matrimonio entre los homosexuales, que buscarían en las palabras del Papa, sacadas de contexto, un espaldarazo para sus propuestas.
En la Iglesia siempre han existido estos inconvenientes, pero, la misma Iglesia, asistida por el Espíritu Santo, los ha ido corrigiendo, cuando se han dado las desviaciones doctrinales o confusiones.
La doctrina de la Iglesia sobre el matrimonio no ha variado ni puede variar
En la coyuntura actual se volverá a poner la luz sobre el Magisterio de la Iglesia para que se vea claramente que la Doctrina con respecto al matrimonio no ha variado, ni puede variar, aunque sean fuertes las presiones y arremetidas de un mundo que se ha alejado de Dios.
El Catecismo de la iglesia dice:
“Los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados… son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. No pueden recibir aprobación en ningún caso.”
Extracto de la Congregación para la doctrina de la fe (marzo 2003)
“La enseñanza de la Iglesia sobre el matrimonio y la complementariedad de los sexos repropone una verdad puesta en evidencia por la recta razón y reconocida como tal por todas las grandes culturas del mundo. El matrimonio no es una unión cualquiera entre personas humanas. Ha sido fundado por el Creador, que lo ha dotado de una naturaleza propia, propiedades esenciales y finalidades. Ninguna ideología puede cancelar del espíritu humano la certeza de que el matrimonio en realidad existe únicamente entre dos personas de sexo opuesto, que por medio de la recíproca donación personal, propia y exclusiva de ellos, tienden a la comunión de sus personas. Así se perfeccionan mutuamente para colaborar con Dios en la generación y educación de nuevas vidas. La verdad natural sobre el matrimonio ha sido confirmada por la Revelación contenida en las narraciones bíblicas de la creación, expresión también de la sabiduría humana originaria, en la que se deja escuchar la voz de la naturaleza misma. Según el libro del Génesis, tres son los datos fundamentales del designo del Creador sobre el matrimonio: 1) el hombre, imagen de Dios, ha sido creado « varón y hembra » (Gn 1, 27); 2) « Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y se harán una sola carne » (Gn 2, 24); 3) « Sed fecundos y multiplicaos » (Gn 1, 28)
No existe ningún fundamento para asimilar o establecer analogías, ni siquiera remotas, entre las uniones homosexuales y el designio de Dios sobre el matrimonio y la familia. El matrimonio es santo, mientras que las relaciones homosexuales contrastan con la ley moral natural. Los actos homosexuales, en efecto, « cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. No pueden recibir aprobación en ningún caso »
Sin embargo, según la enseñanza de la Iglesia, los hombres y mujeres con tendencias homosexuales « deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta ». Tales personas están llamadas, como los demás cristianos, a vivir la castidad. Pero la inclinación homosexual es « objetivamente desordenada » y las prácticas homosexuales « son pecados gravemente contrarios a la castidad »
La Iglesia enseña que el respeto hacia las personas homosexuales no puede en modo alguno llevar a la aprobación del comportamiento homosexual ni a la legalización de las uniones homosexuales. El bien común exige que las leyes reconozcan, favorezcan y protejan la unión matrimonial como base de la familia, célula primaria de la sociedad. Reconocer legalmente las uniones homosexuales o equipararlas al matrimonio, significaría no solamente aprobar un comportamiento desviado y convertirlo en un modelo para la sociedad actual, sino también ofuscar valores fundamentales que pertenecen al patrimonio común de la humanidad. La Iglesia no puede dejar de defender tales valores, para el bien de los hombres y de toda la sociedad”.
El Santo Padre y toda la Iglesia quieren ayudar al que se encuentra marginado y desprotegido, tal como lo hizo Nuestro Señor Jesucristo, si estar defendiendo o ser partidarios de alguna ideología.
La Iglesia está asistida por el Espíritu Santo y Cristo es la Cabeza. La doctrina del Evangelio, que nos enseña el mismo Magisterio, es la que se predica siempre. Cristo le dio el poder a la Iglesia de conservar la doctrina, que es para todos los tiempos y para todas las personas. (P. Manuel Tamayo)