El Papa Francisco celebró hoy, miércoles 20 de noviembre, su habitual audiencia semanal en la Plaza de San Pedro, en la que continuó con su ciclo de catequesis sobre “El Espíritu y la Esposa”, refiriéndose en esta ocasión a la “acción carismática”, otra forma de acción del Espíritu Santo, además de “su obra santificadora”, que se realiza en los sacramentos, en la oración y siguiendo el ejemplo de la Madre de Dios”.
Francisco reflexionó sobre la lectura del día, tomada de las palabras de San Pablo a los Corintios, y subrayó que el Espíritu concede dones diferentes a personas diferentes, pero que todos tienen una finalidad común: el servicio a la comunidad. “A cada uno se le da la manifestación del Espíritu para algún beneficio”, dijo, añadiendo que esos dones no son privilegios personales, sino tesoros destinados a enriquecer a la Iglesia en su conjunto.
Carismas para los demás
El Santo Padre subrayó dos elementos clave que definen los carismas. En primer lugar, dijo, son dados “para el bien común”, destinados no sólo a la santificación personal, sino a la edificación de la Iglesia.
En segundo lugar, continuó, son distribuidos de manera única y adaptada a las personas según la voluntad del Espíritu. Esto, explicó el Papa, los distingue de los sacramentos y las virtudes, que son compartidos universalmente entre los fieles.
“Los carismas son las ‘joyas’ o los adornos que el Espíritu Santo distribuye para hacer más bella a la Esposa de Cristo”, dijo.
Carismas que promueven el papel de la mujer
Continuando su reflexión sobre la importancia de los carismas, el pontífice destacó que redescubrirlos permite que la promoción de los laicos y, en particular, de las mujeres “sea comprendida, no sólo como un hecho institucional y sociológico, sino también en su dimensión bíblica y espiritual”.
“Los laicos no son meros colaboradores o tropas auxiliares del clero, sino que tienen sus propios carismas y dones”, subrayó en ese sentido.
Al concluir su catequesis, el Papa expresó su deseo de aclarar posibles malentendidos y reconoció que “muchos cristianos, cuando oyen hablar de carismas, experimentan tristeza y desilusión, porque están convencidos de no poseerlos”, sintiéndose excluidos o cristianos de segunda clase.
La obra del espíritu en la unidad y el amor
Pero, aclaró, los carismas no se limitan a manifestaciones extraordinarias o espectaculares, sino que, en cambio, a menudo son dones ordinarios que adquieren un valor extraordinario cuando son inspirados por el amor y el Espíritu. Aseguró que quienes sienten que carecen de tales dones no están excluidos. Citando a san Agustín, dijo: “Si no amas, no es nada lo que tienes. La caridad multiplica los carismas; hace que el carisma de uno sea el carisma de todos”.
Por último, Francisco definió la caridad, siguiendo a san Pablo, como “un camino aún más excelente”, que permite compartir todos los carismas en la unidad de la Iglesia.
“La caridad me hace amar a la Iglesia -dijo- y, en la unidad, todos los carismas se vuelven míos, como los míos son de todos”