Francisco recibió este sábado en el Palacio Apostólico a una decena de matrimonios responsables de los equipos de Notre-Dame. Fundado en 1938 por el sacerdote francés Henri Caffarel, el movimiento católico comprometido con la familia apoya hoy a 74.000 parejas en su vida matrimonial en todo el mundo. El pontífice aprovechó la ocasión para recordar que el matrimonio no depende sólo de la voluntad de dos personas, sino de la presencia de Cristo entre los cónyuges.
“En este cambio de tiempos, la familia cristiana atraviesa una verdadera ‘tormenta cultural’ y se ve amenazada y tentada en varios frentes”. Partiendo de este postulado, el sucesor de Pedro animó a los responsables de los Equipos de Notre-Dame a continuar su “preciosa labor” de apoyo, expresión según Francisco de la Iglesia “en salida”, cercana a las situaciones y problemas de las personas, que se dedica sin reservas al bien de las familias de hoy y de mañana.
“Proteger el matrimonio es proteger a toda una familia, es salvar todas las relaciones que engendra el matrimonio: el amor entre cónyuges, entre padres e hijos, entre abuelos y nietos; es salvar este testimonio de un amor posible y eterno, en el que a los jóvenes les cuesta creer”, aseguró el Papa, identificando una emergencia contemporánea: “ayudar a los jóvenes a descubrir que el matrimonio cristiano es una vocación, una llamada específica que Dios se dirige a un hombre y a una mujer para que puedan realizarse plenamente convirtiéndose en padre y madre, y trayendo al mundo la Gracia de su Sacramento”.
El matrimonio, “tres pasos” entre la pareja y Cristo
Francisco recordó que el amor conyugal no depende sólo de la voluntad de los cónyuges: “Si fuera así, sería una carga, un yugo puesto sobre los hombros de dos pobres criaturas”. El matrimonio, en cambio, es un “paso de tres”, donde la presencia de Cristo entre los esposos hace posible el camino, “y el yugo se transforma en un juego de miradas: una mirada entre los dos cónyuges, una mirada entre los esposos y Cristo”, observó el obispo de Roma, señalando que la victoria se logra en este juego que dura toda la vida, “si cuidamos la relación, si la preservamos como un tesoro precioso, ayudándonos mutuamente a cruzar cada día, también en la vida matrimonial, esta puerta de acceso que es Cristo”.
El pontífice propuso dos reflexiones: la primera referida a las parejas de recién casados. “¡Cuiden de ellos! Es importante que los nuevos esposos puedan vivir una mistagogia nupcial, que les ayude a experimentar la belleza de su sacramento y la espiritualidad de pareja”, aseguró, lamentando que muchos hoy se casan sin entender qué tiene que ver la fe con su vida matrimonial. “Quizás porque nadie se lo mostró antes del matrimonio”.
Por eso, animó a los Equipos de Notre-Dame en esta misión de ayudar a generar “muchas pequeñas Iglesias domésticas donde vivamos un estilo de vida cristiano”. “Pueden ser como pequeñas llamas que encienden otras pequeñas llamas al mismo tiempo, especialmente entre las parejas más jóvenes: no dejen que acumulen sufrimientos y heridas en la soledad de sus hogares. Ayúdenlos a descubrir el oxígeno de la fe con delicadeza, paciencia y confianza en la acción del Espíritu Santo”, recomendó.
Matrimonio y sacerdocio, vocaciones complementarias
La segunda reflexión se refirió a la importancia de la corresponsabilidad entre cónyuges y sacerdotes dentro del movimiento, ilustración de la complementariedad de las dos vocaciones: “Esto ayudará a superar este clericalismo que hace que la Iglesia sea menos fructífera; y esto ayudará también a los cónyuges a descubrir que, a través del matrimonio, están llamados a una misión”.
“De hecho, también ellos tienen el don y la responsabilidad de construir, con los ministros ordenados, la comunidad eclesial”, subrayó el Papa, destacando la importancia de construir comunidades cristianas a pequeña escala. “¡Sin esto, las familias se sienten solas y la soledad hace mucho daño!”, recordó.
El próximo encuentro internacional del movimiento tendrá lugar en Turín, en el Piamonte italiano, del 15 al 20 de julio.+