No viví en los tiempos del señor Fujimori –cuando él gobernaba-, soy muy joven todavía, pero leo, me informo, estudio y trato siempre de acudir a las fuentes más independientes para formar mi opinión y fortalecer mis pensamientos. Por eso me alejo de los extremos del odio y del fanatismo, ese sendero y ese precipio que parecen seguir dividiendo al país, todavía tantos años más.
Creo que todos los actos de una persona reflejan su consistencia y debilidades. Consistencia basada en valores y principios, fortaleza única que se antepone a cualquier tentación, cualquier intencionalidad hacia el delito. Debilidades en cambio, son las que se superponen a la fragilidad de la consistencia haciéndote voluble, variable, zigzagueante.
En el caso del señor Fujimori, ex presidente del Perú, ocurre que perdió consistencia y cayó en muchas debilidades. Fue consistente en la lucha contra el terrorismo, demostrando que en el ejercicio de la legalidad, puede emplear su fuerza innata para no perder el rumbo que la justicia impone. Reitero, la fuerza de la Ley.
Algunos podrían decirme que se registraron excesos aislados en las acciones que desarrollaban las fuerzas armadas y la policía, ese es otro tema en el cual expreso lo siguiente: ¿Los excesos que mencionan, se atribuyen a quienes iban en representación del pueblo a defenderlo? ¿Qué es el terrorismo comunista, una plegaria de paz? ¿Cómo se denomina el exceso en el terrorismo? Usemos bien cada palabra.
Vuelvo y reitero, hablo de la fuerza de la Ley, no del disparo de un arma, no del abuso que en nombre de los derechos humanos, los terroristas y sus grupos políticos y sus medios de comunicación hicieron como un discurso constante y excusa permanente para la impunidad que lograron antes de ser derrotados y luego, años después, en contra de muchos héroes de la pacificación nacional.
El señor Fujimori fue un buen presidente durante el ejercicio de su mandato, reinsertando al país en el mundo de la economía moderna, devolviéndole la esperanza a millones, preocupándose de hacer obra por todos los rincones del país. Aquí viene la segunda atingencia que me pueden alcanzar: “pero hubo robos, corrupción”. Eso es innegable y provoca una pregunta: ¿Los siguientes gobiernos y parlamentos, acusaron y llevaron ante la justicia a los responsables de esos robos? Usemos bien cada reacción.
Un presidente que hubiera estado el tiempo, los años que Fujimori gobernó, registraría por lo menos un centenar de acusaciones de distinta naturaleza, no sería recordado por lo bueno que hizo por ningún ciudadano, pero en este caso específico, a Fujimori se le recuerda, se le aprecia y le mantienen admiración grandes sectores del país. En cambio otros presidentes, como Toledo, Humala y Vizcarra, en cuyos discursos siempre se mencionaba con desagrado a Fujimori, siguen acumulando acusaciones e investigaciones por gravísimos delitos, que cada vez son más y más, y casi nadie los recuerda con aprecio o admiración -a ellos- porque están implicados directamente en operaciones ilegales que van desde multimillonarios robos y favorecimientos a empresas extranjeras y consorcios nacionales (Caso Odebercht para comenzar) hasta crímenes de lesa humanidad, como es la muerte intencional de más de doscientos mil peruanos durante la pandemia, un tema que está por ingresar a la Corte Penal Internacional.
No estoy haciendo un paralelo, porque quien comete un delito, es igual al que cometió dos o diez, o cien o mil. Eso para aclarar a los que leen por partes. Les he señalado una fotografía del momento, nada más. Pero si quieren comparar, me atrevo, en uso de mi derecho constitucional a tener una opinión, a expresar que para mí, el señor Vizcarra es igual a Abimael Guzmán en cuanto uno es un genocida terrorista y el otro es un genocida en la pandemia. Y de eso, no se habla, porque las izquierdas viven obsesivamente odiando a Fujimori y encubriendo a sus cómplices –es su derecho si quieren vivir de odios- y secuestrando el Estado para aprovecharse del erario público, armando redes de pensamiento agresivo e historias falsas con la academia, los medios y los grupos oenegeros nacionales e internacionales, siempre a cambio de dinero.
Lo cierto en todo ese lenguaje de tantos años que se ve de vez en cuando en las redes y antes en las calles con la frase “Fujimori nunca más”, es que el tiempo le está dando la razón a Fujimori y de eso, se ha encargado en esta ocasión el Tribunal Constitucional del Perú al reconocer una Acción de Habeas Corpus perfectamente legitimada.
Todo lo que se pueda decir después ya no cuenta, porque la puerta se cierra allí y lo demás, lo que digan los odiadores, los violentos, los terroristas o sus defensores de las ONG, es nulo, inválido, injustficable, inaceptable y anti histórico.
En suma, porque les duele la verdad y la justicia, Fujimori siempre ha sido más.