Romano Guardini (1885-1868) es luminoso y sugerente en sus propuestas. Traigo a colación, ahora, su Fundamentación de la teoría de la formación (Pamplona, EUNSA, 2020), un breve ensayo escrito en 1928 y luego como monografía en 1953. Nada sobra. En cada párrafo se van mostrando muchos conceptos que desarrollan la idea de formación. Intenta desentrañar qué es lo específico de la ciencia pedagógica. No tiene pierde ni una sola línea: la atención ha de ser plena para no perderse de nada, todo importa. Ahí va una breve reseña de este sustancioso libro:
- Empieza su ensayo, señalando las diversas esferas del saber, cada una en su particularidad: objeto, acto constituyente, valor definitorio y método (cfr. P. 52). Una especialidad conveniente, pero que tiene el riesgo de arribar a una autonomía desbordada. El fin parcial justo se aísla y abandona la integración con la totalidad. Es una pureza de las esferas científicas expuesta a la desconexión con la realidad. Con esta alerta previa, el ensayo propone estas preguntas: ¿Cuál es la esencia de lo pedagógico?, ¿Cuál es el impulso pedagógico?, ¿Cuál es el valor pedagógico, la categoría propia de lo pedagógico? (cfr. p. 54).
- Guardini, a lo largo del ensayo. no se detiene en la sola reflexión pura, intenta mostrar el hacerse de la vida: “Nuestra vida consiste en la forma de hacerse. Lo que constituye el ser de mi esencia no lo soy de antemano, sino que lo voy llegando a ser en el transcurso del tiempo” (p. 55)
- El centro de su reflexión es el concepto de formación, presentado en una serie de contrastes y tensiones, muy al estilo metodológico de nuestro autor. Dirá: lo que llego a ser está ya en mí, en una doble tensión: 1ra. Tensión entre la propia posibilidad y llegar a ser la propia realidad a partir de sí. 2da. Tensión por la que deviniendo quiero llegar a ser yo mismo. Dirigirme al objeto, más allá de mí mismo (cfr. p. 56) se convierte en contenido de mi vida. Este tema se verá más claro en la medida en que avancemos en la exposición.
- En la formación hemos de contar con la libertad, pues el hacerse humano está en sus manos (p. 58). Para Guardini, la libertad es un hecho, un contenido de experiencia inmediato, es decir, no considera que deba problematizarse su posibilidad. La entiende como autopertenencia, mostrada en un doble movimiento: Autopertenencia de la elección. y autopertenencia de la expresión de la esencia. Expresar en acto y configuración de mi ser esencial más íntimo (cfr. p. 58). Así es como se desarrolla el hacerse a sí mismo.
- Es tal el impacto de la libertad en la experiencia humana que su vivencia quebranta la conexión automática instintiva (p. 59). Asimismo, la libertad presupone el espíritu que descubre la libertad en la captación de la inalterabilidad, de aquello que se le presenta al sujeto como lo dado inevitable, aquello que no puede no ser.
- Guardini insiste en el hacerse del ser humano: no está hecho, ni terminado en su vida narrativa, anida en su interior un incansable impulso formativo, lo que no impide que la persona sea un espíritu que se posee a sí mismo, en su unicidad (p. 61).
- Asume, asimismo, el sentido trascendente de la vida: “Es una comedia grotesca suponer que Dios existe y a la vez actuar pedagógicamente como si no existiera (p. 63). (…) Hay una formación; pero no la formación autosuficiente del humanismo, o del hombre naturalmente noble del clasicismo, o del hombre futuro de la nueva pedagogía”,
- Líneas arriba, Guardini llamaba la atención de la fragmentación a la que se podría arribar cuando se enfatiza la autonomía de las disciplinas. La pedagogía, por eso, para salvar la integridad del ser humano debe estar permeada por las esferas del ente (p. 64) y resolver el asunto de la formación integral por elevación, evitando quedarse en las perspectivas reductivas de la misma, como las señaladas a continuación: 1ro) La formación como un saber con profundidad más allá de la especialidad, con buen gusto (p. 66). En lo que afirma es conveniente, pero se queda solo en la teoría, no llega a valorar el tener y el hacer humano. 2do) La formación como plasmación del hacer, del querer, de la actitud interior. Un acierto en tanto que realza un poseer, un querer ético y una bondad de corazón fuerte (p. 66). No obstante, inhibe la plenitud humana y cultural. 3ro) La formación entendida como desarrollar el ser humano sano, fuerte y pletórico de sus capacidades naturales. La biología y la estética ocupan un primer plano para dar como resultado un ejemplar noble de la especie humana según los esquemas de Calicles, el Renacimiento o el superhombre de Nietzsche. El excesivo biologicismo de este planteamiento oscurece la altitud y profundidad de la esencia humana (p. 67).
- Luego, Guardini esboza lo propio de la formación, desde el concepto de forma: “Lo decisivo no es la verdad del conocimiento, ni la bondad ética, ni lo según la especie y la capacidad estético-biológica, etc. Lo decisivo es que el hombre se desarrolle según una forma; que en toda su esencia manifieste una forma, y una forma que es la correcta, o sea, la que le corresponda (p. 68). Habría, entonces, una esencia de lo humano encarnado, a la que se debería aspirar.
- Desde esta perspectiva ensaya una definición de la ciencia pedagógica: “La reflexión sobre cuál es la forma del hombre en general, del hombre de hoy, de este grupo y, finalmente, de este individuo que ha de realizar en sí aquella forma; cómo se lleva a cabo su realización; cuáles son sus fenómenos peculiares; qué la fomenta y qué la obstaculiza; qué técnicas favorecen el proceso: en suma, la investigación metódica de todo ello constituye precisamente la pedagogía como ciencia (p, 73)”.
- Dado que lo importante es el hacerse del ser humano, Guardini es consciente que el concepto forma puede cosificarse, estancarse (p. 74). Para salir de este entrampamiento, propone mirar la forma en una doble dimensión: forma como tipo y forma como plenitud, ésta ultima entendida como la posibilidad de recibir forma, lo que está “en espera”, la fecundidad (p. 74). Esta distinción permite “fundar un modo universal de cómo se hace y existe el ente, de cómo acontece el acontecer, a saber: como acuñación de la plenitud mediante la forma, como expresión de la forma en la plenitud (p. 75).
- El concepto de forma no reduce al ser humano al anonimato o a la producción en serie. La formación no lleva a configurar al hombre “en un sentido tipificado, sino este, este y este. Este hombre es así como es, hecho de sí mismo, expresándose a sí mismo. Él tiene una energía para ser origen, para ser comienzo; una capacidad de construirse a sí mismo, viviendo desde fuentes propias; capacidad de obra y crear desde la fuerza que surge de sí mismo. Tal concepto se cumple en el de la persona que es considerada de modo totalmente dinámico: la persona consiste en el logro moral de esta existencia. O sea, consiste en que ese ser mío lo reconozca y lo asuma responsablemente. La asunción de sí mismo: eso es la persona” (p. 75).
- Un ser humano, además situado, en su tiempo y entorno, allí, señala Guardini, “me encuentro con otras personas que, por su parte, se construyen por sí mismas y tienen iniciativa; me encuentro con cosas que existen concretamente, siendo como son (p. 76)”. A esta situación hemos de responder creativa y libremente: “En torno a mí se agrupa una estructura de realidades que me atañe: la situación. (…) Como soy persona, la situación se dirige a mí como una exigencia de satisfacerla éticamente, de asumirme en ella de modo responsable, de decidir, de obrar (…) tengo que descubrirla, recibir lo que ofrece, darle cumplimiento y superarla” (p. 76).
- Salta a la vista, asimismo, el optimismo antropológico de Guardini. La vida no es un jardín idílico, tampoco un infierno insufrible y, aunque la existencia sea absolutamente incompleta, sin término en ningún punto; hay que afrontarla con entusiasmo, vivirla como lo más excelente, como libertad; como espacio para el recomienzo, el atrevimiento, la pura iniciativa. Dificultad y libertad a la vez (cfr. p. 77).
- Finalmente, la educación ha de mantener una correcta relación con los objetos: ideas, valores, cosas, procesos, relaciones (cfr. p. 82). Al objeto se le acoge en su propia consistencia, en su peculiar iniciativa y teleología, no por mí ni para mí, sino en sí y para sí (cfr. p. 82). No basta con la acogida, el paso siguiente es servir al objeto dirigiéndose hacia él (cfr. p. 83). La pedagogía del objeto se completa con una pedagogía del servicio la cual “nace de la convicción de que es bueno en sí que las cosas sean, que los valores se realicen, que las obras se creen y persistan. Es bueno que lo creado por el hombre dure, se mantenga y se continúe” (p. 83). Ponerse al servicio del objeto libera del egoísmo. El ser humano se desprende de sí, “se abre, se vuelve clarividente para aquello que es. Tiene la posibilidad de superar su determinación estructural. Aprende a moverse en el mundo de los objetos: la libertad en las cosas (p. 85).
Forma y encuentro, objeto y servicio, he ahí las claves de la propuesta de Guardini para una teoría de la fundamentación de la formación. Claves a las que hay que agregar el ingente caudal de conceptos utilizados por el autor, muchos de ellos, apenas esbozados a mano alzada. Una propuesta para seguir pensando el oficio docente que muchos ejercemos.