A poco más de diez días del balotaje entre Pedro Castillo y Keiko Fujimori, la cosa no está decidida aún. La ONPE, institución que realmente ha decepcionado por su ineptitud desde la primera vuelta, ha declarado que al 100% de su contabilización, Castillo aventaja a Fujimori por 44.058 votos, lo que significa el 0,25% de diferencia entre uno y otro. Un empate.
Hay cientos o miles de actas que se encuentran impugnadas ante el JNE en medio de leguleyadas, lo cual es la especialidad de los abogados, como que si la hora límite de recepción era a las 8:00 PM o a las 11:59 PM. Como lo dijo Madeleine Osterling en un tuit reciente: “Lo único que exigimos los peruanos que queremos seguir viviendo en democracia, es que el JNE cumpla la ley, garantice la seguridad jurídica, respete el debido proceso y sea rigurosamente transparente. Basta de leguleyadas y favoritismos”. Lo importante es que los peruanos sepamos la verdad y, gane quien gane, lo aceptaremos democráticamente, pero siempre con la verdad y la justicia por encima de todo.
Solo como anécdota, el día del balotaje, en el local que me tocó estar a cargo, había un personaje de la ONPE, uno de esos mediocres resentidos que buscan notoriedad, con varios años de experiencia, que nos comentó que, en la primera vuelta, él había estado asignado en el local central de la ONPE, donde todos los números apuntaban hacia Hernando de Soto y Yonhy Lescano como candidatos a la segunda vuelta. Nos dijo, que en algún momento hicieron salir del centro de cómputo a todo el personal subalterno, quedándose solo los jefes. Finalmente quedaron como finalistas Pedro Castillo y Keiko Fujimori. Es decir, hasta Ipsos con su Flash Electoral estaba involucrado. ¿Le creemos?
Yo no, pero personalmente le perdí toda la confianza a la ONPE y por supuesto al JNE con su errático accionar.
No tengo pelos en la lengua y sí, creo que en esta ocasión ha habido un fraude escandaloso, que nunca en mi vida había visto, orquestado y organizado por el financiamiento del narcotráfico del Grupo de Puebla o el Foro de Sao Paulo: Nicolás Maduro, Alberto Fernández, Cristina Fernández de Kirchner, Luiz Inácio Lula da Silva, Dilma Rousseff, Rafael Correa, Michelle Bachelet, Daniel Ortega, entre otras basuras, además del delincuente de Vladimir Cerrón, a pesar de los ridículos ingenuos que pretenden negarlo ante la cantidad de pruebas. Y por supuesto, la desidia y desorganización de Fuerza Popular, que, ante su tercera segunda vuelta electoral, ha demostrado tantas falencias y tanta falta de profesionalismo.
En el grupo que participé y otros grupos más, hubo al menos 100 voluntarios, patriotas, defensores de la democracia, ninguno fujimorista, estoy seguro. ¿Me pregunto si alguno de estos patriotas, la mayoría de los cuales sigue protestando en las calles, ha recibido alguna nota o mención de agradecimiento por su participación y dedicación?
La respuesta es no. Porque eso es el fujimorismo. Nos fajamos por ellos contra el comunismo. El mayor agradecimiento hubiera sido haberle ganado al comunismo. Y debo confesar mi decepción porque si así funcionan como partido, no podría imaginarme como podrían gobernar.
Sea cual fuere el candidato ganador y que ocupe la presidencia, lo cierto es que el resultado ha sido un empate y que ambos tendrán que tender puentes porque nuestro país ya no puede estar más enfrentado ni polarizado. Basta de limeños contra provincianos, de blancos contra cholos, de ricos contra pobres, de empresarios contra trabajadores.
Toca hacer una tregua, que los limeños entendamos que el Perú no es Lima y que hay un país enorme desatendido durante 200 años y que aquellos que votaron por el lápiz entiendan que la inversión privada es necesaria y debe ser promovida porque de lo que se trata es de reducir la pobreza, mejorar la educación, los servicios de salud y en general, de que todos podamos ser más prósperos.
Dios no lo quiera, lo único que pierdo es la esperanza, pero en la eventualidad que Pedro Castillo sea el próximo presidente, lo que debe hacerse es alejarlo del delincuente Vladimir Cerrón, quien debería estar encerrado en la Base Naval del Callao junto a Abimael Guzmán e incomunicado y apoyarlo con técnicos, tal como se hizo con Alberto Fujimori en 1990, con Alejandro Toledo en 2001 y con Ollanta Humala en 2011.