Al hablarse de la Clase Media, no podemos encerrar nuestra perspectiva a la ciudad de Lima, porque el concepto aspiracional de pertenencia e identidad, existe en la mente de millones de personas que no se encuentran en una ciudad “única y concentradora”, sino en la amplitud del territorio nacional y no aceptan ser considerados pobres a rajatabla o por estadísticas, así como tampoco se sienten privilegiadas por la riqueza; se trata de millones que tienen en sus mentes un sólido concepto aspiracional, para crecer, ascender y progresar, del ser constantemente más y mejores cada día y en todo momento. Hablamos de una nación muy compleja, extremadamente diversa y de múltiples escalones sociales. En medio de toda esa realidad, un colchón o amortiguador de impulso cobra en los ciudadanos y sus familias un espacio robusto: la Clase Media.
Veamos: En paralelo a todo el proceso de urbanización en las ciudades, lo cierto es que se gestaba en el tiempo, durante muchos años en cada ciudadano emergente, un sentimiento de insatisfacción constante y protesta sobre las barreras que siempre han impedido o limitado su desarrollo como persona y el progreso de su propia familia. De esta discusión, fueron naciendo los mejores diagnósticos, así como las únicas respuestas a tanto sentimiento aspiracional.
Los ejes centrales de esta reflexión se dirigen a saber dónde pierde una persona o su familia, algo que les va a servir para crecer o por lo menos, para continuar sobreviviendo en una nación dispuesta para estallar por varios escapes: el provocado por organizaciones políticas extremistas (Sendero Luminoso, MRTA, Patria Roja, Movadef, Conare) el protegido por grupos de poder sindical bajo fachadas democráticas (SUTEP, CGTP) el imaginado por sectores de una izquierda oportunista también llamada caviar, que sigue soñando con los inicios de la revolución cubana como un eterno proyecto personal; el de los grupos ideológicos autodenominados nacionalistas y etno caceristas desesperados por usar el resentimiento social como arma electoral; el que dejan construir los partidos políticos de “nombre” y sin organización y el peor de todos los escenarios, el de la sociedad civil sin participación efectiva. Los invito a buscar respuestas de cómo se dan estos procesos y cómo se activan desde la perspectiva política, sin que sintamos el efecto hasta verlos avasallar nuestros derechos y nuestra Libertad en silencio (como ha ocurrido con Humala, con PPK y su socio Vizcarra, con Castillo y ahora, con pareja de Cerrón, Dina Boluarte).
Es en los numerosos y elevados impuestos que comienza una de estas respuestas, sin necesidad de terminar en ella, porque el conflicto de interpretaciones abarca necesariamente otros aspectos más complejos aún, como el educativo y su trascendencia en el cambio social. Los impuestos son armas de vendetta política contra el país y contra los trabajadores para amansarlos, pisarlos, acogotarlos y silenciarlos. Los impuestos no son componente de inyección financiera al Estado para servicio de la sociedad, sino combustible de corrupción y alimento de la impunidad.
Una penosa consecuencia –repetimos- de los numerosos y elevados impuestos, es que todos los trabajadores están condenados al silencio y el “aguante”, frente a la expropiación de los salarios y el olvido de quienes dicen representarlos como dirigentes. “líderes” o congresistas.
Cada mes se “reducen” sueldos por Impuesto a la Renta y a ello debemos sumar el pago por Seguridad Social, Sistema de Pensiones –privado o estatal-, así como “impuestos” que no revierten en nuestro favor, sino que son expresiones de “solidaridad” que el Estado nos obliga a entregar, sin haber consultado nuestra opinión.
Estas expropiaciones –obligaciones compulsivas y forzadas que tienen castigo si no se cancelan oportunamente- pueden incluso cargarse con moras, intereses y sobrecostos de la administración tributaria, con mucho mayor perjuicio que la obtención de un préstamo bancario (y la rebeldía para dejar de pagar). ¿Qué podemos hacer los ciudadanos frente a esta abierta transgresión de nuestros derechos, a esta expropiación compulsiva que nunca se detiene?
¿Qué deuda adquirida tiene la Clase Media con el Estado para subvencionar a otras personas, empresas y autoridades, si no se recibe información y una adecuada compensación por el gasto de la tributación?
¿Acaso no resulta justificado un servicio como contraprestación al pago de impuestos? ¿Es incómodo decirlo? ¿Es “políticamente incorrecto”? (frase que se usa para decir “tengo razón, pero si te molesta, disculpa”)
Estos son sólo algunos ejemplos de lo que nos expropia el Estado cada vez que hacemos una operación bancaria, cobramos nuestros salarios, realizamos un viaje, administramos nuestra propiedad (sea vivienda o vehículo) o simplemente, por vivir en un país que no nos responde con servicios, seguridad, transparencia en la gestión y administración de estos tributos o sobre los gastos e inversiones realizados en nuestro nombre. Pagamos para que no nos digan en qué, cómo, cuándo, dónde y porqué se usa nuestro dinero. Pero los gobiernos nos exigen que nosotros digamos de dónde, cómo y cuánto ganamos como salario o en nuestros negocios, por pequeños que sean. ¿Hay equivalencia? ¿Tenemos que transparentar nuestras finanzas y el Estado no?
Lo mismo pasa con las empresas cuando tienen que pagar innumerables y elevados impuestos que afectan sus ingresos, las utilidades de la propia empresa y de los trabajadores, además del costo final que tiene que pagar el cliente (usuario o comprador) y toda la cadena de intermediarios. Pagamos un exceso que también se lo lleva el Estado (castigando la inversión empresarial y castigando al usuario o cliente comprador).
Ningún contribuyente recibe nada -desde el Estado, desde el gobierno- que compense esos pagos coercitivos, ya que la delincuencia, la corrupción, burocracia, gastos innecesarios y superfluos, entre otras pérdidas de inversión aumentan y los impuestos también, en su número y montos, incluyendo el costo del procesamiento del pago de cada uno de ellos y su mala administración y destino final. Los pagos de los trabajadores para este inmenso y excesivo aparato estatal no se detienen y contradictoriamente, el crecimiento de ese Estado sobredimensionado y violento tampoco (más de un millón de trabajadores estatales son improductivos, solo se necesitan 400 mil).
Esto quiere decir que mientras más se trabaja para llevar más tranquilidad al nuestro hogar, convertida en mejor educación y acceso a buenas y modernas escuelas, mejores clínicas y médicos especializados, infraestructura y servicios básicos de calidad, seguridad integral y libertad para invertir y crear algún negocio o empresa, todo esto además con una proyección social en beneficio de los sectores menos promovidos y exigidos a crecer, el Estado nos limita a perder cada día nuestros derechos y posibilidades de hacer con nuestro dinero, un mejor medio para vivir con mayor tranquilidad y sobre todo Libertad.
Dicho en palabras más sencillas: pagamos a cambio de nada y siendo ese pago también un medio de apoyo integral (educación, salud, seguridad, pensiones, infraestructura) a niveles socio económico que necesitan ayuda, esa solidaridad no se evidencia porque se roban o malgastan el dinero público los gobernantes, los políticos.
Si el Estado -el gobierno- nos cuesta tanto dinero y nada recibimos a cambio ¿no sería mejor evaluar en qué está fallando, cómo redefinimos su rol, estructura y responsabilidades? ¿No sería prudente analizar cómo aseguramos nuestra rentabilidad ciudadana y cómo supervisamos mejor a un Estado que se desborda sobre nuestras vidas?
¿Qué necesitamos para cambiar la terrible situación de la Clase Media Peruana que sigue siendo el blanco preferido de todos los gobiernos de izquierda con la finalidad de seguir sacándole, robándole más dinero, hasta condenarles a vivir en condición de nuevos pobres o de ex compatriotas, porque tienen que huir de su nación para sobrevivir?
¿Cuál es la opción inmediata?