Todo aquello que se haga en nombre de un auténtica lucha por los principios y valores que sustentan la Libertad y la Democracia, debe encontrar eco y participación en los ciudadanos -individualmente- y en sus familias -cada una, varias juntas, muchas en un solo rumbo-, porque constituye un compromiso para recuperar espacios y posiciones, oportunidades y responsabilidades en beneficio del país en su conjunto, sin exclusiones, sin diferencias, sin celos por la gestión o la dirección de los mensajes y tareas comunes.
No se puede hacer convocatorias para el aplauso de unos y el figuretismo de otros, para llenar las alforjas de quienes sólo saben poner sus rostros en la fotografía, pero huyen en el combate diario, ese que se da en casa explicando lo que ocurre, en el trabajo informando lo que sucede, con los amigos compartiendo conocimientos y evidencias, hacia nuestros vecinos más allá de un saludo para llevarles una palabra y una invitación, con la gente que uno conversa de causalidad y hasta con los que se oponen a la Libertad.
Hay una serie de tareas dispersas que cuando se llama a una convocatoria en las redes o en las calles, en el barrio o el trabajo, en la escuela o la universidad, en el taller o la fábrica, en la comunidad o en la asamblea, tienen que ser un solo puño, para convertirse en la unidad democrática que nos falta asegurar. Unidad democrática, frente a la dispersión totalitaria y extremista de las izquierdas del odio.
No se protesta ni se critica, no se comenta ni se proponen opciones por odios, rencores ni resentimientos. No se marcha para mostar zapatillas de marca que nunca se usan o que estando viejas, se ponen algunos para aparentar que caminan desde antes, que han andado sobre la tierra y carretera común que se siente cansada de la opresión y la calamidad de gobiernos izquierdistas. Eso no sirve para el presente ni para el futuro, no agrada, no convence, solamente genera rechazo.
Preguntamos a todos: ¿Solamente una marcha, un selfie, quizás un viernes o un sábado más? O por fin se comprometen a dar el inicio hacia una protesta imparable, que no tenga límites ni cansancios, que no conozca de horarios ni de turnos, sino de constancia, perseverancia, secuencia y frecuencia. ¿Cuál es tu respuesta, tienes un compromiso contigo mismo, con tu familia, con el Perú? ¿Tenemos que seguir viendo que se multiplican muchas bandas criminales para asegurarse “un partido” para las próximas elecciones y así hacer del delito otro gobierno más? Hay que estar alertas ante esa avalancha de decenas de partidos politicos irregularmente legalizados, que han sido legitimados para que un Estado antidemocrático se siga desbordando sobre la gran crisis popular que lleva décadas en su “arrodillamiento y aceptación, silencio y sumisión”.
No se puede programar una lucha, si es que comparamos este esfuerzo con un día más, con una tarde más, con otro “tuit” o lamento en redes sociales, con perder el descanso de unas horas o la playa que estábamos teniendo cada fin de semana.
Si tu prioridad es ir al cine, mirar el caos, irte de paseo, dormir una larga siesta, estar en otro espacio, es tu derecho y te digo “hazlo”, es más… “no hagas nada, no te preocupes”. Pero eso sí, cuando te quedes sin trabajo como millones están hoy sin empleo, cuando la economía te ahorque como a cientos de miles de familias en las zonas más humildes y abandonadas del Perú, cuando el presente te sea adverso como lo sigue siendo para hombres, mujeres, ancianos, jóvenes y niños cuyos destinos no merecen ese maldito drama causado por la izquierda y sus aliados, cuando eso ocurra… ya sabes lo que te voy a decir:
“El Perú se hace con patriotas, no se construye con cobardes. Los patriotas no descansan, es momento que te levantes y le digas a los demás, que sean líderes de su destino y del rumbo del Perú”
La Democracia y la Libertad no se pelean con la soga al cuello, se lucha cada día para que no haya horca, ni verdugo, ni cadáver. La Democracia y la Libertad, son un alimento diario, una fortaleza, una esperanza que se defiende para vivir más, para estar mejor.
Nota de Redacción: El título del presente artículo, es una frase de San José María de Escrivá, en el libro “Camino”