En tiempos complicados, donde parece que ceder es “lo correcto”, es cuando hay que darle nuevos tiempos a palabras importantes, como aquellas contenidas en los mensajes de Juan Pablo II, un Santo en cuya devoción se hizo más fuerte la Iglesia, venciendo los terribles miedos de unos, los temores de otros y las complacencias de los silenciosos que no daban la pelea por la cristiandad.
Hoy que el mundo necesita esas fortalezas, les resumimos algunos mensajes de un gran Papa, el que no dividía, el que hacía de la humildad, la cima de la sabiduría.
“Nos hallamos aquí en un momento crucial, en el que temporalidad y eternidad se encuentran a cada paso a un nivel que es propio del hombre. Es el nivel de la conciencia, el nivel de los valores morales; ésta es la dimensión más importante de la temporalidad y de la historia. La historia se escribe no sólo con los acontecimiento que se suceden en cierta manera «desde dentro»: es la historia de la conciencia humana, de las victorias o de las derrotas morales. Aquí encuentra también su fundamento la esencial grandeza del hombre; su dignidad auténticamente humana. Éste es el tesoro interior con el que el hombre se supera constantemente a sí mismo en dirección a la eternidad. Si es verdad que «está establecido que los hombres mueren una sola vez» es también verdad que el tesoro de la conciencia, el depósito del bien y del mal, lo lleva el hombre más allá de la frontera de la muerte para que, en presencia de Aquél que es la santidad misma, encuentre la última y definitiva verdad sobre toda su vida: «Después de esto viene el juicio» (Heb 9, 27). Así sucede precisamente con la conciencia: en la verdad interior de nuestros actos se halla, en un cierto sentido, constantemente presente la dimensión de la vida eterna. Y a la vez la misma conciencia, a través de los valores morales, imprime el sello más expresivo en la vida de las generaciones, en la historia y en la cultura de los ambientes humanos, de la sociedad, de las naciones y de la humanidad entera”
“Es verdad que desde los tiempos más antiguos el dictamen de la conciencia orienta a cada sujeto humano hacia una norma moral objetiva que encuentra su expresión concreta en el respeto de la persona del otro y en el principio de no hacerle lo que no queremos que se nos haga”
Si deseas conocer más, puedes leer la Carta Apostólica de Juan Pablo II a los jóvenes, en el siguiente enlace: