Los operadores mediáticos han sido sacudidos de sus escondrijos, donde estaban hibernando en un mar de billetes acumulados sobretodo desde tiempos del Lagarto, cuando lo nombraron “héroe y padre” de la putrefacción moral que tenía comiendo de la misma mano negra, a los izquierdistas del odio y los amigos de la planilla del Estado. Y es que durante décadas, un hábil y subterráneo incendiario “periodista”, se las jugó inventando el cártel de la caviarada, haciendo crecer una estructura oenegera de diferentes calibres, que alimentaban su hambre y gula de dominio de la judicatura, destruyendo a la Policía Nacional del Perú en una secuencia agresiva de acusaciones, infundios, calumnias y medias “verdades”.
Entendieron estos operadores mediáticos, que era necesario -para sus fines monetarios- armar una serie de grupos y organizaciones que se dirijan a penetrar el Poder Judicial, el Ministerio Público, los medios de comunicación, la estrucutura de determinados gremios empresariales, centros de investigación y becas en algunas universidades, haciendo que sus “anclas y carnadas” sean tomadas como única opción para que se les tenga como referentes y voz irrebatible. Es decir, una espiral cubierta por el humo de los nuevos jerarcas de las nuevas verdades.
En este trabajo muy bien escalonado, se controló una prestigiada sede académica para usarla como la voz de los “expertos” que se iban inventando (sociólogos, antropólogos, historiadores, periodistas y por allí, algunos abogados), pero todos esos “expertos” fallaban en sus análisis, estudios, propuestas y foros de discusión porque no llegaban a impactar, a pesar que les publicaban las sandeces que decían.
Como efecto de esta catástrofe de ausencia de ideas, necesitaban dinero y recurrieron, por gestión del líder de las mentiras, nada más y nada menos que a Odebrecht.
Una universidad poco católica, un instituto que no lo es, una defensa legal de lo ilegal, incluyendo a los terroristas y sus aliados, una afiliación internacional amplísima en grupos del mismo veneno y la misma forma de ser deshonestos intelectual y moralmente. Un “héroe e intocable” embarrado, que NO da la cara, que sigue callado, cobardemente callado, mientras obliga a sus secuaces, socios y empleados a firmar mensajes de solidaridad que ni ellos lo creen justo, que están organziando plantones y que no quieren dejar que hable “la gran rata”.
Ese es el teatro del absurdo que está en plena temporada.
Viene la pregunta en consecuencia: ¿Hasta dónde y desde dónde se evidencia el poder de un operador mediático corrupto que usa con privilegios de extorsión y chantajes los equipos de interceptación de las comunicaciones? Por allí está el centro del poder sucio.
Y va a caer, va a caer…