Aquí en los Estados Unidos me causa indignación cuando veo a una peruana, compatriota dice, hablar pidiendo desde su cómoda posición laboral, estudiantil y económica, que en el Perú se logre consolidar “por primera vez” un gobierno camino al socialismo “donde los ricos paguen por los pobres, donde las grandes empresas subsidien a las minorías, donde los oligarcas y terratenientes sean los que pongan sus bienes en favor de los que no tienen nada”. ¿De qué está hablando?
Aquí en los Estados Unidos me causa indignación cuando veo a un peruano, compatriota dice, hablar de la historia de nuestra Patria y no reconocer que el partido comunista “sendero luminoso” es el causante de las muertes de decenas de miles de niños y niñas, de jóvenes madres de familia, de cientos de mujeres embarazadas a quienes les arrancaron sus bebitos del vientre a machetazos, matando a ambos a pesar de los gritos y súplicas de contemplación de sus familias, ancianos padres que se ofrecían a cambio de ellas para morir, pero también los mataban a golpes, los mataban los comunistas, los asesinos del partido comunista.
Aquí en los Estados Unidos me causa indignación cuando veo a varios peruanos, compatriotas dicen, hablar del gobierno comunista de Castillo y su banda ideológica, como si fueran los ángeles de un firmamento de paz y bondad, cuando se trata de una banda criminal, aliada circunstancialmente para dominar y permanecer en el poder, aprovechando esa tontísima manera de esperar el ahorcamiento que se hace costumbre en la historia del Perú.
Aquí en los Estados Unidos me causa indignación cuando leo a una periodista peruana, compatriota dice, escribir sobre nuestra tierra y comentar que todo es perfecto, que hay un cambio hacia las oportunidades, cuando eso es mentira y falso, cuando el pan falta en las mesas de más pobres, cuando las clases medias se ahogan cada vez más vendiendo sus cosas para aparentar que “todo está bien”, cuando los gremios empresariales siguen pensando que “se puede comprar a esos imbéciles del gobierno, tanto como se compró a los de anteriores gobiernos”.
Y me pongo a pensar si eso mismo piensa un trabajador peruano, una madre de familia peruana, un campesino en medio de la helada y el abandono, el obrero cerca de casa en la carretera central, o la señora de la tiendita de Huaycán, el niño de 12 años vendiendo caramelos mientras le gritan los compradores, la niña que canta y baila por dos centavos en la puerta del restaurante con nombre americano…
Aquí en los Estados Unidos uno tiene aire que respirar, en el Perú, un mundo que construir, una lucha por impulsar, pero todos los días, incansable, para que el comunismo no se siga vistiendo de hipocresía y demagogia, mientras acaba con nuestras libertades.
Pero, no lo vemos y seguimos condenándonos a esa frase apocalíptica: “no pasa nasa”