Moralina aparte, creo que -salvo ignorantes y perversos- no existe un solo peruano de bien quien íntimamente no haya celebrado la muerte del genocida Abimael Guzmán. Sin embargo, muerto el perro no ha terminado la rabia.
El cabecilla senderista fue capturado hace 29 años, y si bien esa fue una gran derrota policial – militar para la subversión, no marcó la derrota final. Los gobiernos de Paniagua y Toledo firmaron acuerdos “de paz” que debemos volver a denunciar para explicar por qué las ideas polpotianas no han desaparecido de la prédica izquierdista.
Merced a aquellos arreglos, prolongados por los regímenes caviares posteriores, se le concedió a la cúpula sanguinaria un trato privilegiado en las prisiones que, pese a ser de alta seguridad, debieron ser mucho más estrictas y sin consideraciones especiales so pretexto de respeto a los derechos humanos. También se revisaron sentencias que habían condenado a muchos terroristas a cumplirlas de por vida en unos casos, y muy drásticas en otros, por penas relativas mediante las cuales inclusive se abrió la puerta para que se “exigieran” indemnizaciones a través de la cómplice Corte Interamericana de Derechos Humanos.
El Informe Final de la CVR y el trato “humanitario” de las bestias senderistas formó parte de una ideología progresista, de izquierda marxista y basada en el supuesto de que tras el autoritarismo se requería de una “justicia transicional”; es decir de un abordaje jurídico – político que fuera relajadamente comprensivo del radicalismo, el extremismo y el propio terrorismo por la supuesta necesidad de luchar contra los “opresores” del sistema capitalista.
Esta perversión llegó a imponerse en políticas de Estado que hasta hoy inciden inclusive en considerar que en nuestra patria hubo una “guerra interna”, “guerrillas” y “conflicto armado”, en vez de lo que realmente ocurrió: un ataque a mansalva de naturaleza terrorista contra un sistema democrático imperfecto pero sustentado en la libertad individual y el mercado.
En esto radica, pues, la clave de todo. Fuimos tempranamente traicionados por quienes pactaron con el terrorismo; y la infamia fue profundizada por una Academia perezosa que se complace en la adulación marxistoide y una industria mediática mercantilista a la que poco le importa el verdadero interés nacional.
Hoy, acabado físicamente Guzmán, nos toca desmontar su ideología de manera sostenida y sin temor a denunciar a quienes son los verdaderos responsables de la cortina de olvido y maquillaje de los años del terror.
Nota de redacción: publicado en el Diario Expreso por el autor, bajo el título de “Abimael Guzmán y la traición caviar”