Los comunistas no mintieron, en la campaña electoral advirtieron que si ganaban no era para gobernar cinco años, sino para asaltar todo el poder y organizar la revolución desde adentro; y lo están haciendo.
El irrespeto a los símbolos patrios, el uso del uniforme bolivariano y el obsoleto discurso neo indigenista y anti hispánico pretenden quebrar la institucionalidad.
La designación del Gabinete demuestra desprecio por la legalidad, porque para ellos la denuncia sobre ministros ligados a la subversión como el PCM Guillén y el canciller Béjar son apenas “pelotudeces democráticas”.
El interés real es quebrar rápidamente el orden funcional de la República. Están intentando mantener un Ejecutivo clandestino; y el hecho de que finalmente saquen a Castillo de la casa de Breña -donde está aislado por agentes de inteligencia extranjeros- para instalarlo en palacio es solo una necesidad técnica, no acatamiento a las exigencias legales de transparencia.
Igual que en las organizaciones subversivas todo está compartimentado, fuera de cierto círculo íntimo nadie tiene acceso al debate sobre la toma de decisiones graves. ¿Por qué, por ejemplo, Cerrón insta a que se renegocien ya mismo los contratos que le dan estabilidad jurídica a los inversionistas extranjeros? ¿Con qué criterio Bellido reemplaza a la policía y opta por las rondas campesinas para que le den seguridad en sus desplazamientos en el Cusco? ¿Quiénes van a reemplazar el directorio del BCR? ¿Por qué no hubo reconocimiento de los comandantes generales de las FF.AA.?
Cada vez sabremos menos. Todo se irá convirtiendo en una serie de hechos consumados y una versión oficial de la realidad; inclusive la oposición será progresivamente reprimida.
La revolución comunista está en marcha, y frente a esto no bastan los recursos tradicionales de la democracia liberal.
Claro, el Parlamento debe actuar con prudencia para abortar el declarado interés de su disolución; pero para frenar el siguiente paso, la convocatoria espuria a una Constituyente, el clamor de las bancadas no será suficiente.
Al comunismo se le enfrenta con la guerra política molecular, con acciones rápidas, múltiples y creativas que impliquen el protagonismo de líderes y masas movilizadas. Por eso se impone la unidad democrática.
La ventana de oportunidad para impedir que los rojos se consoliden es muy pequeña. Urge actuar con rapidez para impedir los excesos rojos y en ese interés nacional ninguna acción debe dejar de considerarse. El reto es enorme y nadie debe aflojar o la crisis será terminal.