El verdadero problema de la crisis política es la absoluta incapacidad de Pedro Castillo para gobernar. Por tanto la cirugía más limpia es separarlo constitucionalmente del mando lo antes posible.
La intervención no es, sin embargo, tan sencilla, porque primero se tienen que deconstruir los diferentes niveles de poder en torno al profesor cajamarquino.
El primer círculo es la mafia chotana, una argolla de funcionarios y personal de confianza en todos los niveles de la administración, que se han convertido en una suerte de gabinete en la sombra. Ellos toman decisiones basadas en el parentesco, la amistad, la confianza básica, los enfoques ronderiles y sindicales y la organización para actuar corruptamente. Todo esto ya ha sido largamente explicado por los ex secretarios presidenciales Pacheco y Jaico y hasta por el ex ministro Avelino Guillén.
El segundo círculo es el de sus asesores salidos del movimiento magisterial y de grupos vinculados directa o indirectamente al Movadef, Conare e inclusive a Sendero Luminoso, al MRTA y al movimiento cocalero – terrorista del Vraem. De ese nivel sale la mayor parte de prefectos recientemente nombrados.
El tercer círculo corresponde a Perú Libre y específicamente a Vladimir Cerrón, quien agita a las bases junto con Bermejo y Bellido bajo la premisa de que el Gobierno debe radicalizarse y que la única salida sería una Constituyente más radical que la chilena.
En el cuarto círculo están los asesores cubanos del G2, del Sebín venezolano y los enviados del Foro de Sao Paulo que tratan de copar a todas las instituciones principales, incluyendo las FF.AA. y la PNP.
Los ministros son, así, personajes alejados y mediatizados en su relación con Castillo; como dice el expulsado Francke, el presidente no se da tiempo para gobernar. Claro, tampoco le interesa hacerlo en los términos convencionales.
Romper esta estructura no es fácil. Los propios caviares, que hoy tanto se lamentan, han fracasado en su estrategia habitual de infiltrarse vía ministerios y asesorías.
Frente a eso solo cabe apurar la denuncia constitucional por traición a la patria; las denuncias por corrupción; y el proceso de vacancia por incapacidad moral. Caso contrario Castillo es capaz de intentar un golpe al Congreso.
Ya no vale la pena perder tiempo en escrutar a un nuevo Gabinete, las horas cuentan en esta lucha por devolver la democracia al Perú destituyendo a la fórmula perversa de Pedro Castillo y Dina Boluarte. No queda de otra.