En el plano de la seguridad nacional se ha avanzado mucho pero se ha conseguido poco. La paradoja se explica porque nos hemos convertido en bastión de la lucha continental contra el comunismo, pero al mismo tiempo las amenazas internas y extranjeras se multiplican peligrosamente.
Las FF.AA. y la Policía han retomado el control solo transitorio de la red vial y del territorio nacional, salvo en dos zonas separatistas: Puno y Madre de Dios. Allí el orden es relativo, desde la clandestinidad los subversivos mantienen influencia decisiva sobre las autoridades locales, comerciantes y amplios segmentos poblacionales. En el caso de Juliaca, por ejemplo, el Fenatep (Sendero Luminoso) ha decretado una suerte de ley marcial, mientras las fuerzas del orden se mantienen en sus comisarías y solo cumplen tareas de despeje de rutas.
¿Por qué no se avanza más? El Gobierno ha cedido un poco y permite que especialmente en Puno se proceda a un sistema unificado policial – militar; también ha aceptado, aunque de manera muy limitada y errónea conceptualmente, el uso de las armas de reglamento; pero no da los pasos claves indispensables: la declaración del estado de sitio en la región Puno, la militarización de la frontera altiplánica, el golpe a objetivos claves de interés boliviano, la persecución preventiva de los violentistas, la ilegalización total de las protestas, el corte de La Culebra o red de contrabando que le da flujo financiero a los aimaras y, entre otras cosas, la captura de dirigentes terroristas ya plenamente identificados.
Boluarte sigue apostando por la política de la doble cara: pese a todo lo que ya hemos experimentado pide diálogo con interlocutores desconocidos; se asusta ante la estrategia soez de quienes intentan liberar a Castillo; y se niega a asestar un golpe decisivo contra el narcotráfico vía una Operación Patriota 2. En el plano internacional es correcto que haya degradado la relación con el intervencionista mexicano López Obrador, pero carece de reflejos con Colombia, Cuba, Argentina, Nicaragua y Honduras. La Cancillería no tiene el liderazgo necesario para cortar el intervencionismo y frenar a la CIDH.
Mientras tanto el complot internacional se fortalece y estamos en vísperas de una nueva oleada de disturbios en Lima y a nivel nacional. En estas circunstancias, y afrontando una guerra asimétrica, es exigible que dentro del marco constitucional el Gobierno se endurezca. Solo medidas radicales podrán sacarnos del hoyo en el cual nos ha metido el ataque narco-castro-chavista.