Una vez más el sábado 5 de marzo los demócratas peruanos hemos demostrado que somos largamente superiores a la banda de delincuentes comunistas que nos gobiernan.
La marcha enorme desde la Avenida de la Peruanidad hasta la plaza San Martín, lo mismo que las movilizaciones paralelas en Chiclayo, Trujillo, Huancayo, Ica, Arequipa y Cusco, entre otras ciudades, demuestran que la ciudadanía mantiene vivo su espíritu de lucha contra un régimen corrupto, inepto y que ha incurrido en traición a la patria.
Con acierto las arengas y reclamos han incidido en la urgencia de vacar, destituir o remover constitucionalmente a la dupla Castillo – Boluarte, porque son ellos quienes representan el verdadero problema de falta de gobernabilidad por encima de un Gabinete ministerial que incluye a una serie de impresentables.
El clamor también ha estado dirigido en contra de la injerencia cubana en el Perú y la advertencia ha sido clara: el pueblo se hará cargo de los agentes del G2 cubano (muchos de los cuales ya están identificados) y que después no haya reclamos si la justicia popular adopta decisiones drásticas.
La misma advertencia se ha hecho contra los agentes bolivianos, quienes tuvieron el descaro de esperar a la marcha con cartelones desplegados en la plaza San Martín pintados con banderas de ese país y lemas alusivos a su pretensión inaceptable de salida al mar a través de territorio peruano. Ya ellos saben que el propio Castillo está siendo constitucionalmente procesado por traidor a la patria, así que mejor será que no provoquen la ira del pueblo.
En cuanto a los ultras y extremistas de izquierda, el sábado los sacamos sin necesidad de violencia. Aunque la policía paradójicamente los protegió fue divertido verlos salir corriendo de la plaza San Martín, un lugar público que hemos retomado para la democracia y que ocuparemos, por las buenas o la fuerza, cuantas veces creamos necesario.
No faltan los pelotudos, cojudignos y cobardes de siempre que critican y dicen “fue solo otra marcha”. No entienden que hemos comenzado una nueva etapa sin mayor protagonismo de un puñado de líderes, sino facilitando la unidad de un pueblo que es dueño de su propio destino, que se está organizando en colectivos autónomos y que solito decidirá si la próxima vez (dentro de muy pocos días) marcha solamente para protestar o para tomar palacio de gobierno con todas las implicancias que ello pueda tener. Ya veremos.