Si le preguntas a cualquier persona su opinión sobre la política y los políticos, le vas a ocasionar mucha cólera, porque es tal el nivel de asco e indignación que se tiene hacia los actores de este terrible mal, ahora convertido en perversidad, que las respuestas no necesitan salir de los labios del entrevistado, puesto que su rostro es la evidencia de su pensar y condena. Esto, no era así hace muchos años, no te voy a decir cuántos exactamente, porque fue evolucionando la piratería política y el contrabando ideológico, para formar la tempestad del delito, corrupción e impunidad. Fue un proceso de destrucción que ha batido records de éxito, reconvirtiendo “la política” en un delito, en un trabajo criminal, en la cúspide del odio y la maldad desde el poder, cualquier escala de poder que sea.
Sin embargo, la economía no iba por allí, tenía su cauce positivo aún en medio de gobiernos contra el sentido común, gobiernos de esas antiguas izquierdas o de esos antiguos grupos que se decían ser de centro izquierda y tal vez bastante populistas, donde sus dirigentes por lo menos leían algo, pensaban más y proponían mucho más (diálogo, pactos pro país, entendimiento social, acuerdos hacia el desarrollo, convivencia constitucional y respeto, sobretodo eso, respeto en el concurso de la política y su desempeño ante la sociedad). Pero algo pasó, algo comenzó a roer los cimientos de la racionalidad y se impuso, desde ese impulso negativo de las izquierdas -también progresivamente- el daño hacia lo que se conocía como “la economía”, cuando todos aprendimos de crisis, de inflación e hiperinflación, extrema pobreza y quiebra del Estado y de la infinidad de empresas públicas al garete, porque se hizo del Estado, mediante el ejercicio de gobiernos demagógicos y populistas, la cueva del empleo interminable y los salarios que nadie podía justificar por ser excesivos, insultantes.
La maquinita de imprimir billetes fue creciendo y los maquinistas de esa producción de pobreza también, hasta que reventó la crisis, muchas crisis y el dilema comprometió a más gentes y prestigios tapados por el lodo de la corrupción.
Pasaron años de años hasta que la economía se fue de nuevo independizando y abriendo su espacio propio en medio o rodeada de la política burda y barata, haciendo entender a los piratas que el abrir huecos en el barco hace que entre agua y se hunda la nave. Se hizo labor de alfabetización y educación mínima a los truhanes de la perversidad política, pero eso duró un par de décadas y volvimos o estamos volviendo a lo degradante y absurdo, que la política sucia y la economia limpia, que iban por cuerdas separadas, en este momento se ahorquen juntas, nuevamente.
Es increíble pero en el Perú el motor no se enciende, las ruedas están desinfladas y carecemos de luces para el camino, en medio de una fabulosa pista de despegue, segura, amplia y llena de oportunidades para avanzar.
Los nubarrones de la inflación siguen creciendo, la producción nacional se encuentra estancada o retrocediendo, el PBI es un símbolo de la incapacidad gubernamental por no saber trabajar y no dejar trabajar, mientras la violencia política, la inseguridad y el dominio de los incapaces, sigue en el Congreso o desde el gobierno -en algunos sectores- que no atina a darle perspectivas y estabilidad a su gestión nacional y racional, porque se somete a la agenda que imponen las izquierdas del odio y los ladrones mercantilistas de siempre.
Se necesita que el gobierno funcione y que en la economía estén los más capaces, no los que ahora no saben qué hacer y lo que hacen, termina siendo lo peor.