Las encuestas, ciertas o manipuladas en sus resultados, son un referente de la sucia intencionalidad por colocar a quienes garanticen la perdurabilidad del statu quo impulsado siempre, por las encuestadoras. Y estas empresas que han dejado sus principios y transparencia a cambio de mejores ingresos “por sus resultados” (eso es lo que perciben los ciudadanos cada vez más, en nuestra opinión y análisis), son las que han creado una trilogía del mal que comprende a los medios, la academia y a ellos mismos por supuesto.
Evidentemente alguien puede objetarnos y decir “no todos”. Lo que es inobjetable es que son “casi todos” y en ese sentido, es que hablamos de la trilogía del mal, rodeada de los mercantilistas que se turnan en negocios con el poder que va cambiando, así se trate de muchos presidentes en unos pocos años, donde la inestabilidad no es lo que ocurre en la economía gracias a un hecho indudable: no se ha contaminado la economía, no se ha dañado el Banco Central de Reserva, hay una muralla sólida que trasciende a los bandoleros del Congreso y sus secuaces de Palacio de Gobierno y otros “poderes” enfilados para succionar la hacienda pública. Y lo mejor, los medios, en cualquier plataforma (impresos, televisivos, radiales, virtuales de mil formas) no influyen, no ordenan, no pueden manipular más, porque la gente ha hecho lo no esperado por los partidos y los medios: informarse por sí misma.
El Perú sigue en un péndulo que nos lleva por momentos hacia la locura o hacia la cordura, pero parece que es la locura donde existe un gran imán de atracción hacia el 2026, el año de las elecciones más confusas y trágicas que vamos a tener en la historia del Perú. Si seguimos así, lo reiteramos, vamos en el mismo sentido de siempre, para estar en el borde del abismo, resbalando y sin alejarnos de lo que nos daña: la criminal forma de hacer política en el Perú. De eso se trata el 2026, una guerra de pandilleros por el poder.
No tenemos hasta el momento, ni una sola opción política -candidato a Presidente- que se haya hecho pública y esté trabajando para promoverse como opción por una mejor democracia y una mayor libertad. No existe una sola voz clara y fuerte que congregue en base a principios, valores y virtudes. Ningún partido es una institución ni siquiera en formación o pretendiendo serla. ¿Así vamos al 2026? ¿Seguimos entre dudas, pulseos e indecisiones?