Nunca he creído esa frase de “gobierno del pueblo”, por eso me apena decirlo, pero estamos viviendo en medio de un fraude al voto ciudadano y no se nota una masiva reacción de protesta.
Y es que eso, es lo que está sucediendo y me asombra que los medios se inclinen ante el presupuesto publicitario que paga sus planillas, antes que a la verdad y la razón, poderosas evidencias que miles de ciudadanos están señalando como las ausentes en el ejercicio del gobierno actual.
No se trata de las censuras desde el Congreso de la República o de las renuncias antes de producirse las censuras, ambos escenarios enmarcados en la legislación vigente, que puede o no gustarle a unos u otros, pero que es la ruta que nos rige y de la cual no podemos apartarnos, algo que pocos entienden y se llama gobernabilidad.
Al afirmar que pocos entienden, no me refiero a usted apreciado amigo o enemigo lector, estoy hablando de los protagonistas, de los actores de reparto, de los que gobiernan desde el poder ejecutivo y de los que fiscalizan y generan normas desde el poder legislativo. Ellos están desprestigiando la gobernabilidad, por impaciencia, por celos, envidias, comportamientos indebidos, tal vez por que creen que así harán mejores cosas. No lo sé, ahora ya no me interesan ellos.
Lo que me sorprende sobremanera es el señor presidente de la república en sus idas y vueltas, en sus afirmaciones y negaciones a sí mismo, en ser uno de día y otra persona de noche. Me preocupa demasiado que luego de más de dos meses de su gobierno, todo siga en retroceso, en vez de estar a mil por hora, avanzando, felices por crecer más, esforzados por recuperar el tiempo perdido, animados por estar más unidos bajo “su liderazgo”.
Pero ni liderazgo, ni unión. Sólo angustias y desesperación en cada familia, en cada rostro que veo temprano en las calles, en comunidades campesinas, en la puerta de fábricas que despiden trabajadores, en la mirada de mujeres que no saben si el pan de hoy será una migaja de mañana.
Yo veo la economía de otra forma Señor Presidente, la veo en el rostrode las gentes que suben al transporte público, en el caminar ausente de millones de niños a sus colegios, en el número de matrimonios y familias que se rompen porque les falta para el desayuno, almuerzo y la cena.
Yo evalúo la economía de otra forma Señor Presidente, contando los letreros de las viviendas que se venden o alquilan, porque sus propietarios no pueden pagar el préstamo hipotecario y ya no saben qué hacer para no perder el esfuerzo de años de años de ahorros y privaciones hacia la conquista de su casa o departamento.
Yo siento la economía de otra forma Señor Presidente, porque hiere cuando un amigo está sin trabajo y la esposa se deshace en tratar de animarlo para que los hijos no sientan la dura angustia de no saber qué sucede. Y discuten cómo no, y pelean cómo no. Y eso hiere Señor Presidente porque cada día se pierden familias en el divorcio o la separación.
Por eso yo le digo a usted Señor Presidente, qué le pasa, qué le sucede, por qué no borra esos gemidos atolondrados para tener acciones y decisiones por el país que lo eligió, una nación herida en el corazón, un Perú que quiere resurgir para no retroceder más.
Qué le pasa, qué más daño quiere ver en las caras de los peruanos que hasta ahora nadie puede decir una sola acción positiva del gobierno, un resultado de ejemplo que nos permita confiar en usted y en su gobierno.
El problema señor presidente, es que usted, al no hacer por lo menos algo que genere confianza en todos, seguirá abriendo la puerta a la violencia y mayor delincuencia, a los resentimientos y las ideas extremas, al desenlace fatal que nadie quisiera repetir en el Perú.
Prefiero equivocarme y no señalarlo a usted señor presidente, pero estamos cansados de no saber qué decirle a miles de personas que usted no quiere ayudar, porque simplemente, creo que no le interesan.
Y si no le interesan, por favor, lárguese de una vez por todas.