Me pregunto, y no inocentemente, por qué la ONPE, el JNE y el Poder Ejecutivo insisten en esconder información. No es que nadie quiera cambiar el resultado final de las elecciones, solo queremos transparencia, que se sepa la verdad y que tengamos la tranquilidad de que el voto de cada uno de los peruanos ha sido respetado.
Lamentablemente las cosas no se están dando como debieran ser, a pesar de todas las evidencias de irregularidades, de las cuales soy testigo, al haber visto tergiversadas varias de las 52 actas impecables e impresas por las printers de la ONPE del local de votación que tuve a mi cargo como coordinador de personeros de Fuerza Popular y que terminan constituyendo en un gran fraude electoral, nunca antes visto por mi.
Es evidente que en lo personal quisiera que la ganadora sea la señora Keiko Fujimori, siendo la primera vez que he votado por ella, porque considero que me representa más que el señor Pedro Castillo y sus ideas trasnochadas. Si el partido del lápiz es el que gana, de manera transparente y en buena lid, se respetará el resultado.
Todas las señas, desgraciadamente, indican que aquí hay “gato encerrado” y esto viene desde el año 2000, con Valentín Paniagua y Alejandro Toledo en 2001, cuando empezaron con la cantaleta de liberar o hacer nuevos juicios a terroristas que tendrían que haber sido condenados a cadena perpetua en un pozo sin agua, lo cual no es lo mismo que una pena de muerte.
Fue durante el gobierno de Nadine Heredia y su secretaria Verónika Mendoza que la mayoría de instituciones públicas claves, como el Ministerio de Educación, el Poder Judicial, el Ministerio Público, el Jurado Nacional de Elecciones, la Organización Nacional de Procesos Electorales (ONPE), entre otras, fueron copadas por la izquierda. Lo cierto es que ni el gobierno de Pedro Pablo Kuczynski, arrodillado a los comunistas porque le dieron el voto para ganar a Keiko Fujimori, ni la férrea oposición del fujimorismo desde el Congreso, hicieron nada por revertir esta situación.
Y hoy, por favor no me digan que el presidente del JNE, el comunista defensor de terroristas, Jorge Salas Arenas o el jefe de la ONPE, Piero Corvetto, son gente decente, porque si lo son, no lo están demostrando. Este último demuestra un sometimiento al sistema comunista que resulta espantoso. Tal vez por un puñado de soles, igual que Judas.
La izquierda, el comunismo, siempre bien organizados y con el financiamiento del narcotráfico, de la minería ilegal y del Grupo de Puebla o del Foro de Sao Paulo, ven el Perú como un botín, para que sus líderes sigan enriqueciéndose, a falta de petróleo en Venezuela y gracias a la ingenuidad de sus seguidores.
Luego vino el gobierno del traidor más grande en vida que pueda tener nuestro país, “El Lagarto”. Un maldito hijo de puta, quedándome chico en la expresión, que deberá pasar el resto de su vida en prisión, en un pozo sin agua, sin tierra y sin aire, al igual que todos sus cómplices, sin olvidar a Daniel Salaverry.
Pero finalmente, los grandes cochinos y orquestadores de toda esta chanchada: Francisco Sagasti. Sí, el marica que estuvo tres días secuestrado en la Embajada de Japón, que conversó con sus captores y les pidió un “certificado de estadía”. Ese tipejo es el asco de “presidente” que tenemos ahora y que hoy dice que es inaceptable incitar a las FF.AA. a quebrantar el Estado de derecho. ¿Qué sabrá este imbécil de lo que es Estado de Derecho?
Los otros orquestadores, el otro marica, de marca mayor por supuesto es Julio Guzmán y sus chupamedias Gino Costa y Alberto de Belaunde, extrañamente desaparecidos o buscando dónde acomodarse, como es su costumbre. Ya sabremos de ellos.
Me pregunto si ese advenedizo, rojete asqueroso, presidente de la república por casualidad sin que nadie lo haya elegido y por las mafias de la izquierda, podría mirar a los ojos directamente por más de tres segundos a un héroe de la patria, el Almirante Luis Giampietri.
Y la respuesta es no. Porque para mirar a los ojos a un héroe de la patria hay que tener valores, hay que tener principios, hay que tener decencia y Francisco Sagasti no los tiene. Él es un cobarde.
Compatriotas, queridos lectores, los peruanos no han salido a las calles en los últimos días, especialmente el último sábado, en decenas de miles, a festejar algún triunfo de la selección peruana de fútbol, han salido a defender y proteger la verdad. Y eso es lo que todos queremos.
Juan Carlos Suttor escribe en https://jcsuttor01.blogspot.com/